jueves, 10 de abril de 2025

"La noche en que Frankenstein leyó el Quijote", de Santiago Posteguillo


Santiago Posteguillo es uno de los grandes escritores de hoy en día, elogiado por críticos, historiadores y por lectores de toda edad y condición, que devoran sus extraordinarios y voluminosos libros. Sus novelas sobre grandes personajes de la antigüedad lo han situado en el terreno de de novela histórica, con las memorables sagas dedicadas a Escipión “El Africano”, al emperador Trajano, a la emperatriz Julia Domna, o al mismísimo Julio César. 

Santiago Posteguillo es también conocido, tal vez menos, por su faceta de gran lector y apasionado de los libros, con tres obras publicadas sobre el mundo librario. La primera lleva por título La noche que Frankenstein leyó el Quijote (2012). El subtítulo,”La vida secreta de los libros”, deja a las claras hacia dónde apunta el autor, que escribe en el prólogo: «Este es un pequeño gran viaje que pretende mostrar al lector aquello que se esconde detrás de los libros: los autores, sus vidas, sus caprichos, ya también aquello que hay detrás de los libros como objeto». 

La noche que Frankenstein leyó el Quijote está compuesto por veinticuatro relatos cortos en los que el autor ficciona momentos clave de la historia de la literatura, como en su día hiciera Stefan Zweig en su célebre Momentos estelares de la humanidad. Lo hace siguiendo un orden cronológico, desde la antigüedad hasta nuestros días, y con una ilustración al inicio de cada capítulo. En este periplo narra desde el origen del orden alfabético en los libros que inventó Zenodoto para ordenar la inmensa y mítica biblioteca de Alejandría, hasta cómo una niña de ocho años llamada Alice Newton fue la responsable de que se publicara  a principios del siglo veintiuno una novela absolutamente genial titulada Harry Potter y la piedra filosofal

Entre sendos acontecimientos literarios el autor se sumerge en un fascinante viaje por el mundo de los libros. Navega por el origen vikingo de Dublín, de lejos la ciudad con más premios Nobel de Literatura. Aventura con el nombre del anónimo autor del  Lazarillo de Tormes, quien se ocultó con tanta astucia de la Inquisición que aún hoy en día no se conoce con certeza su identidad. Recoge el guante de una atractiva teoría que defiende que las obras de Shakespeare, en realidad fueron escritas por Christopher Marlowe, quien no murió cuando dicen que murió, sino que siguió viviendo, y viajando y escribiendo y publicando, pero con sus obras firmadas por un actor llamado William Shakespeare. Transita por la publicación de la extraordinaria Orgullo y prejuicio que una portentosa Jane Austen escribió tan sólo con veintiún años, la cual fue rechazada por los editores Cadwell y publicada por Thomas Egerton muchos años después tras el éxito de Sentido y sensibilidad

Santiago Posteguillo lamenta cómo Benito Pérez Galdós y Àngel Guimerà se quedaron sin el merecido el Nobel de Literatura (¿quién recuerda a José Echegaray?) por las mezquinas luchas políticas en la España de su tiempo. Sobrevuela las trincheras de la Gran Guerra y muestra cómo Raymond Chandler sobrevivió para poder escribir obras maestras como El sueño eterno o Adiós, muñeca. Denuncia cómo la temible Gestapo se quedó con treinta cartas y veinte cuadernos de Franz Kafka, hoy desaparecidos, tras la detención de su amiga Dora Diamant. O se acerca a la publicación de El señor de los anillos y a cómo el gran J.R.R. Tolkien se armó de paciencia para conseguir cobrar a la editorial estadounidense, que con una caradura tan grande como la luna lo había publicado libre de derechos de autor en los años sesenta. 

Pero las dos historias que hacen que este libro forme parte del Cervantario, amén de su maravillosa portada,  son las tituladas La prisión y La noche que Frankenstein leyó el Quijote, que da nombre al libro. 

La prisión narra el momento en el que Cervantes entra preso a la cárcel de Sevilla en el año 1597 acusado de un desfalco tras la quiebra del banco en el que depositaba el dinero de la recaudación. Desde la cárcel escribe una carta al rey para denunciar el procedimiento arbitrario del que es víctima. Pero las cosas de palacio van despacio.

«El rey era hombre ocupado y tardaría primero en leer su carta y luego en reaccionar. Nuestro preso de armó de la paciencia infinita del soldado en las largas campañas de guerra y, al fin, una mañana, pidió de nuevo recado de escribir.

—¿Más cartas al rey?—le preguntó con sorna el preso viejo.

    —No. El rey responderá. Hay que darle tiempo. Entretanto escribiré. Poca cosa más se puede hacer aquí. […] 

El preso nuevo llevaba días con una idea en la cabeza, con una historia de esas de… novela. Tenía que distraerse o se volvería loco.

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”, empezó con decisión, y con decisión siguió un par de horas. Hasta que se le acabó la tinta y el sol dejó de iluminar bien».

La respuesta del rey tardaría dos meses en llegar y conminaba al juez Vallejo a dejar en libertad al preso, aunque no se sabe con certeza si el miserable juez hizo caso al rey, o por el contrario retuvo con artimañas legales a Cervantes unos meses más en la cárcel sevillana.

Este bien podría haber sido el origen del Quijote, aunque los biógrafos no se hayan puesto de acuerdo sobre si esto fue así o en la cárcel tuvo la genial idea que pondría sobre el papel después de salir. Incluso existe otra teoría, más legendaria que bien documentada, que defiende que Cervantes comenzó a escribir su Quijote en la cueva-prisión de Medrano, en la localidad manchega de Argamasilla de Alba. Sus habitantes tienen claro que este es el lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiere acordarse el narrador del Quijote. En cualquier caso, Santiago Posteguillo muestra cómo podría haber sido el origen de todo, al tiempo que se queja amargamente de que hoy tengamos tan presente a Miguel de Cervantes, «pero aquel 1597 lo metimos en la cárcel. Así somos», escribe. 

Por su parte, La noche que Frankenstein leyó el Quijote recrea el momento en que un grupo de ingleses, jóvenes y románticos, decidieron pasar una temporada en los Alpes suizos. El grupo estaba formado por el poeta Lord Byron, el matrimonio Percy y Mary Shelley, por John William Polidori, autor de El vampiro, y por Claire Clairmont, amante de Byron. 

Para matar el tiempo en aquel bucólico paisaje, se propusieron el desafío de escribir el relato más terrorífico. Mary Shelley se afanó en su trabajo más que sus compañeros. Por las noches Percy les leía en voz alta el Quijote frente al fuego. La lectura duró exactamente un mes, del siete de octubre al siete de noviembre de 1816, al tiempo que Mary Shelley escribía una de las obras clave de la literatura universal. La titularía Frankenstein o el moderno Prometeo

Mary Shelly se enamoró perdidamente del Quijote, tanto que aprendería español para leerlo y releerlo. No cabe duda que aquella lectura en voz alta de su marido influyó en su Frankenstein en varios aspectos, como en los múltiples narradores que utiliza, o en la adaptación de la historia del cautivo a su novela. Incluso Mary Shelley escribió con gran acierto la semblanza de grandes autores españoles (también portugueses e italianos), entre los que estaban Cervantes, Lope de Vega, Calderón o Garcilaso de la Vega. 

Santiago Posteguillo termina el relato con estas palabras: «Si Mary Shelley aprendió español para poder no ya leer, sino degustar el Quijote, ¿No deberíamos todos los que ya tenemos la fortuna de saber español encontrar algún momento de nuestra vida para zambullirnos, aunque sea solo un rato, en alguno de los maravillosos relatos que pueblan la irrepetible historia del maravilloso Don Quijote? Y pronto, antes de que los programas informáticos decidan que ya no debemos leerlo; o, para ser más justo, antes de que quienes programan los programas informáticos decidan que ya no debemos leerlo».



martes, 8 de abril de 2025

"Misión Cervantes", de Brad Thor

Hoy el Cervantario aborda el tema de cómo cocinar un superventas con la receta del bestseller made in USA, a saber: se necesita un protagonista blanco y carismático, una compañera atractiva y discreta, una revelación capaz de cambiar el rumbo de la historia, un villano extremista, a ser posible ruso o árabe o chino, varios acertijos, códigos y extraños artefactos, escenarios exóticos y lugares cargados de historia, un ritmo rápido, con mucho diálogo y capítulos cortos, y un tema que genere controversia. Todo esto se cocina en menos de lo que canta un gallo, añadiendo un misterio inicial, con unos personajes a los que se les acaba el tiempo, con la alternancia de puntos de vista entre el protagonista y su antagonista para que parezca que el malo siempre está pisando los talones, con giros y revelaciones en cada capítulo y con un final en impactante pero verosímil. 

Esta es la receta que utilizó Dan Brown en 2003 para escribir El código da Vinci. Recuerdas el escándalo que generó entonces, con la Iglesia católica haciéndole el juego al autor y a las editoriales, incomprensiblemente tomando ficción por realidad (¿realidad católica?), con sesudas publicaciones que rebatían cada dato aparecido en la novela de Dan Brown, que al fin y al cabo era una obra de ficción y no un ensayo histórico erudito y documentado, retroalimentando así El código da Vinci hasta convertirla en la novela más vendida del siglo veintiuno. 

No la leíste entonces aunque lo harías años después, cuando la tormenta había pasado. La novela era de consumo rápido y además dejaba la sensación de que estabas aprendiendo algo. Era una fast food literaria. Ni qué decir tiene que sería el modelo de otras muchas novelas como es el caso de Misión Cervantes, de Brad Thor. Son dos novelas idénticas, cortadas por el mismo patrón, con los mismo ingredientes y las misma preparación, aunque a Brad Thor no le salió tan jugosa, económicamente hablando, como a Dan Brown. 

Cabe señalar que si este libro está en el Cervantario es únicamente por el título. Con cierto (desa)tino, la editorial española cambió el título para atrapar a incautos como el que esto suscribe. El original es The last patriot, título más adecuado habida cuenta del contenido. La novela se publicó en inglés 2008 y la tradujo al castellano Ricardo García Pérez para la editorial Martínez Roca, perteneciente a Planeta, que la publicaría en 2013. Misión Cervantes era una perfecta desconocida hasta que no hace mucho la encontraste polvorienta en un estante de la librería La Mandrágora. 

La obra se sitúa en el contexto de la guerra antiterrorista de EEUU contra Al-Qaeda-Afganistán-Irak-Irán-etcétera, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Un investigador descubre un secreto que puede dar un vuelco a la doctrina islámica. Por supuesto, hay musulmanes muy poderosos dispuestos a todo para que esto no salga a la luz. Casualmente, una pareja de exagentes de los cuerpos especiales de la Marina estadounidense se ven envueltos en el asunto cuando un asesino a sueldo trata de acabar con el investigador con una bomba en una calle de París. Los exagentes, que pasaban por allí, le salvan la vida. El asesino se llama Dodd, el investigador Nichols, la chica Tracy (a la que el autor aparta por un dolor de cabeza) y el héroe, alto y guapo y fuerte se llama Harvarth, protagonista asimismo de otras novelas de Brad Thor. Por si fuera poco, también están metidos en el asunto la CIA, el FBI, un poderoso jeque árabe y hasta el presidente de los Estados Unidos. 

El núcleo de la trama es muy rocambolesco. El investigador encuentra un precedente histórico en la lucha de EEUU contra el fundamentalismo islámico a principios del siglo XIX, siendo Thomas Jefferson Presidente de los EEUU (1801-1809). «Jefferson estaba convencido de que, algún día, el islam volvería y plantearía una amenaza aún mayor para los Estados Unidos», dice el investigador, quien echa mano de un acontecimiento poco conocido, la Guerra de Trípoli (1801-1805), que enfrentó a Estados Unidos con «las naciones islámicas de Trípoli, Túnez, Marruecos y Argelia, que constituían una amenaza peligrosa para la república norteamericana […] pues los piratas musulmanes eran el terror del Mediterráneo y de una franja del Atlántico norte en el siglo XVIII» (sic), debido a que atacaban a todo barco no musulmán para secuestrar a sus tripulantes. Jefferson, harto de pagar tanto rescate les declara la guerra. 

Aquí es donde entra en juego nuestro Cervantes y su Quijote. Jefferson, que era una persona culta y viajada, al parecer aprendió castellano exclusivamente para leer el Quijote «pues era esencial para conocer al enemigo musulmán» (sic!). Según Brad Thor, Jefferson pensaba que la clave estaba en la historia del cautivo del Quijote en la que Cervantes utiliza elementos autobiográficos de su cautiverio en Argel, pues «a Cervantes se le ocurrió la idea del Quijote mientras sufría cautiverio en una prisión bereber» (¡sic!). 

Estás a punto de desmayarte cuando Brad Thor da otra vuelta de tuerca, pues Jefferson, a la mitad de la lectura del Quijote, descubre un «criptograma ingeniosamente oculto» que obviamente logra descifrar, para eso es un tipo culto y viajado. Se trata un mensaje sobre la última revelación de la vida de Mahoma, omitida en el Corán, que bien podría cambiar el mundo islámico (¿Qué iba a cambiar la verdad revelada en El código da Vinci?) Así pues, se trata de encontrar ese mensaje que estaría en la edición que tenía Jefferson del Quijote, nada menos que una primera edición en la que dejó las notas del dichoso mensaje. 

¿Y cómo llegó esta revelación al Quijote? Rizando el rizo, aparece la figura de Al-Jazari, científico árabe del medievo que inventó un aparato para ocultar ese mensaje sobre la vida del profeta, el cual encontraría Cervantes (¡quinientos años después!) durante su cautiverio en Argel, para insertarlo cifrado en su Quijote. Ahora sí que te desmayas. Tras la recuperación llegas al final de Misión Cervantes desfondado y sin aliento, aunque feliz por haber terminado esta disparatada historia que no la arreglaría ni un encantamiento del sabio Frestón. 

No hay duda del trasfondo ideológico de la novela y del autor, situado en las posiciones más conservadoras del llamado choque de civilizaciones. Tampoco cabe duda de que The last patriot es un burdo artefacto propagandístico, tan obvio que produce sonrojo. No te extrañaría que muchos magos de hoy en día la tuviesen como libro de cabecera. Tampoco te sorprende leer que esta es la novela más polémica de Brad Thor por cuanto muchos la consideran una novela antiislamista. Incluso algunos comentaristas, con evidente cálculo comercial, lo han llegado a comparar nada menos que con Salman Rushdie (!), verdadero escritor, autor por cierto de un Quijote, amenazado de muerte por Irán e islamistas radicales desde 1989 por publicar la novela titulada Los versos satánicos.   

Dejas aquí la Misión Cervantes, cansado de tanta fast food y de tanta impostura histórica.




martes, 1 de abril de 2025

"La aventura secreta de Cervantes", de Leandro Sagristà


La aventura secreta de Cervantes
comienza cuando Leandro Sagristà encuentra un viejo manuscrito firmado por un tal Antonio del Rincón. El autor lo reescribe y actualiza su lenguaje para poder publicarlo, cosa que hace en el centenariable año 2016 en la editorial Algar. 

El manuscrito lo escribe el propio Rincón en 1641 desde la cárcel de Sevilla, guiño al origen del Quijote, para dejar testimonio de que él y su amigo Diego Velázquez fueron los personajes en los que se inspiró Miguel de Cervantes para escribir una de sus Novela ejemplares, la titulada Rinconete y Cortadillo. Rincón relata en primera persona cómo ambos llegaron a Sevilla y cómo el azar los colocó en el camino de Cervantes. 

Antonio del Rincón y Diego Velázquez son dos jóvenes quinceañeros que en la última década del siglo XVI se convierten en expertos jugadores de cartas que  despluman al primero que tiene la mala fortuna de cruzarse con ellos. Con esta habilidad salen de Trujillo en el año 1593 en busca de libertad y fortuna, como hicieran antes otros ilustres paisanos, y van a parar a la cosmopolita ciudad de Sevilla. Allí comienzan su carrera de pícaros estafadores profesionales protegidos por la Hermandad de la Garduña, rebautizados como Rinconete y Cortadillo, el primero por el apellido, el segundo por las heridas que tiene en la cara. 

Pronto ganan renombre en la ciudad, y un día, un extraño los contrata para un pequeño encargo. Deben robarle a un funcionario la bolsa de la recaudación, que no es otro que Miguel de Cervantes, a la sazón Comisario Real de Abastos en la capital andaluza. En realidad, lo que se esconde tras el robo es su intento de asesinato, pero los jóvenes no son conscientes. El malvado plan fracasa. Cervantes se defiende bien con la espada y se lleva inconsciente al joven Rincón con el fin de descubrir quién está detrás de todo. Tras destapar el engaño del que han sido víctimas, Rincón y Velázquez se ponen al servicio de Miguel de Cervantes.  

Cervantes tiene cierta fama y amigos en Sevilla, no en vano lleva residiendo allí de manera más o menos fija desde 1586. Uno de estos amigos es Tomás, el dueño de la posada en la que vive. En el proceso de las indagaciones, Cervantes y Rincón entablan amistad, y le enseña a escribir poemas, para lo que lee a los clásicos y a los grandes poetas hispanos como Garcilaso. De modo que Rincón, además de las armas, descubre las letras, aunque para él tengan un sentido más práctico: enamorar a Isabel, la hija del posadero. 

La intriga se resuelve tras las pesquisas que llevan a encontrar al enemigo de Cervantes, en un final intenso con espadas y sangre. Antonio del Rincón finalmente logrará casarse con Isabel y dejar la vida de truhan con el permiso de la Hermandad de la Garduña. 

Años más tarde, un viejo Cervantes dedicado a la literatura en cuerpo y alma, conviertirá a los dos jóvenes que conoció en Sevilla en personajes de ficción para su Rinconete y Cortadillo, publicada en 1613 junto al resto de Novelas ejemplares. Aunque en ella hay ciertas licencias que se tomará el autor de Quijote, como en la procedencia de los protagonistas, que en la ficción llegan a Sevilla procedentes de Toledo; o el nombre de la Hermandad de la Garduña reconvertida en el Patio de Monipodio, personaje que controla la actividad ilícita y criminal de Sevilla, con los protagonistas intentando compensar sus fechorías con donaciones a la iglesia para salvar su alma. En Rinconete y Cortadillo el final se queda abierto. Cervantes no cuenta si los dos amigos dejaron el hampa y se enderezaron. Algunos piensan que Cervantes tenía previsto continuarla, cosa que nunca hizo.  

La aventura secreta de Cervantes es una novela bien escrita, con ritmo y un lenguaje rico y preciso, con un Cervantes retratado como un personaje honesto, inteligente, valiente y hábil en el manejo de la espada y por supuesto de la pluma. Leandro Sagristà escribe una estupenda novela que enriquece el universo cervantista y seguramente también el de sus potenciales lectores. 




martes, 25 de marzo de 2025

"Los refranes esotéricos del Quijote" de Julio Peradejordi



El universo cervantista es infinito y uno no sabe lo que se puede encontrar cuando se adentra en la selva de publicaciones relacionadas con el Quijote o con su autor. Una de estas rarezas es la que encontraste hace unos años en la librería Bazar del TBO, uno de los  paraísos de ocasión de los que se alimenta el Cervantario. Se trata de un librito de ciento siete páginas titulado Los refranes esotéricos del Quijote, de Julio Peradejordi, publicado, cómo no, en el año 2005 por Ediciones Obelisco. 

El autor parte de la premisa de que Cervantes era, si no judío, cosa harto improbable en la imperial España de Felipe II, sí judeoconverso o marrano, afirmación que deduce, que ya es mucho deducir, por el oficio del padre de Cervantes, que era barbero, profesión que en aquellos tiempos iba más allá de cortar el pelo y la barba, pues un barbero hacía las veces de dentista, médico y cirujano, todo sin anestesia y sin mucho conocimiento; y aunque no exclusivo, sí era oficio relativamente común entre la comunidad sefardí. Huelga decir que los judíos hispanos fueron expulsados por los muy católicos reyes Isabel y Fernando ciento trece años antes de la publicación del Quijote, y que los que quedaron, no muchos, fueron los conversos-bautizados-libremente-en-la-fe-romana que tenían a la Inquisición en la puerta de su casa por si estornudaban en hebreo sefardí. 

Siguiendo estos contundentes razonamientos, señala Peradejordi que «el libro es un intento desesperado de comunicar in extremis una sabiduría condenada a desaparecer», y que «Cervantes tiene que hablar en clave si no quiere ser tildado de judaizante», es decir, que un Cervantes clandestino descendiente de judeoconversos escribió el Quijote en clave para transmitir un mensaje oculto que solo podía ser descifrado a la luz de la Cábala. «Considero que el texto de El Quijote es la excusa para decir lo que no puede ser dicho y que Cervantes nos ofrece suficientes pistas para que le leamos con otros ojos». 

Eso se propone Julio Peradejordi, desentrañar el mensaje oculto del Quijote, aunque se centra solamente en algunos refranes y en algunas expresiones que aparecen en la obra. Por ejemplo, llega a afirmar que los errores que han señalado muchos cervantistas en el Quijote no son tales, «sino guiños que brinda al lector atento y conocedor de la Cábala». Los descabellados argumentos que defiende el autor para justificar estas afirmaciones son del tipo «cuando Sancho habla de “el cris del sol y de la luna”, no se refiere al eclipse, como dice don Quijote en la frase siguiente, sino al crisol de los alquimistas» (sic). 

Con estos mimbres cabalísticos, el autor aborda las hipótesis sobre el nombre y la patria de don Quijote, y sobre algunos refranes que aparecen en la obra (y, sorpresa, también que no aparecen). Sobre la patria realiza otra de esas afirmaciones antológicas de las que está plagado el libro. Señala que Cervantes eligió La Mancha porque «resultaba ideal para alguien que está “manchado”, o sea alguien cuya “sangre no está limpia”, es decir que no es un “cristiano viejo”» (sic). 

Y así todo el libro, que seguramente solo podrán disfrutar aquellos lectores acostumbrados a leer a la luz de la Cábala, lo que no es tu caso. No obstante, de tu lectura forzosamente oblicua y poco iluminada, extraes la conclusión, seguramente equivocada, de que quien busca cinco pies al gato, acaba encontrándoselos, y que quien mucho escudriña, mucho se imagina. 



miércoles, 12 de marzo de 2025

"Don Kijote Mantxa’ko", el Quijote vasco, traducido por Pedro Berrondo Lasarte



Te acuerdas de una intervención del Presidente Zapatero en el Congreso de los Diputados defendiendo el Quijote como obra universal y amalgama de los pueblos de España, y al portavoz del PNV, Iñaki Anasagasti, replicándole que no era casualidad que don Quijote perdiera todas las batallas salvo la del vizcaíno, que terminó con sus huesos en tierra derribado por la espada del hidalgo manchego (momento en eterno suspenso gracias a la genialidad de Cervantes). Tuvo que ser en 2005, año del centenario, cuando ocurrió esto, tal vez en 2004, con un Zapatero recién llegado a la Moncloa. En cualquier caso, recuerdas que los líderes de los diferentes partidos salieron a la palestra con el Quijote debajo del brazo y lo utilizaron para arrimar el ascua a su sardina. Un espectáculo irrepetible. 

Tiempo después, en agosto de 2006, viajaste al País Vasco por vez primera, aprovechando que cuatro meses antes, el 22 de marzo, la banda terrorista ETA anunciaba un “alto el fuego permanente”. Con esta aparente tranquilidad (la tregua la rompería ETA en diciembre de ese mismo año con un atentado en la T4 de Barajas) visitaste pueblos de la costa vasca, lugares históricos bien bonitos y bien cuidados y bien limpios y repletos de turistas que aprovechaban la falsa tregua para visitar tierras vascas. 

Te fascinaba la idea de que en la Isla de los Faisanes de Hondarribia hubiese estado Velázquez en su último año de vida trabajando en los preparativos de la Paz de los Pirineos; o que en Lekeitio estuviese veraneando Isabel II cuando estalló en 1868 la Revolución Gloriosa que la dejaría sin trono; o que en el pueblecito de Guetaria naciera Juan Sebastián Elcano, que tenía una estatua, qué menos, aunque no sus restos, que descansan para la eternidad en el fondo del Océano Pacífico, donde le llegó su hora en el segundo intento por circunnavegar el planeta confirmando que segundas partes nunca fueron buenas.

La parada en San Sebastián fue de lo mejor del viaje. La primera sorpresa fue encontrar un espléndido monumento de don Quijote y Sancho al inicio de la no menos espléndida playa de la Concha, que no dejaste de mirar y de fotografiar (monumento y playa). Después te adentraste en la Parte Vieja para disfrutar del espectáculo de sus callejas empedradas y de sus vetustos edificios, testigos mudos de la época en que veranear era sinónimo de San Sebastián, con la real familia borbona y toda su corte dando lustre y pompa a la ciudad. En una librería de la Parte Vieja te hiciste con los dos tomazos de Don Kijote Mantxa’ko, el Quijote vasco. 

Mucho tiempo atrás, el 8 de enero de 1977, una semana antes de tu llegada al mundo, publicaba El País la noticia de que por fin el Quijote se había traducido al euskera. Semejante gesta corrió a cargo del sacerdote guipuzcoano Pedro Berrondo Lasarte (1919-2002). Hasta entonces solo se había traducido el capítulo en el que don Quijote se enfrenta al vizcaíno, que seguramente es el que más veces había leído Anasagasti. Pedro Berrondo lo tituló en euskera Don Kijote Mantxa’ko. Fue publicado en San Sebastián por el editor José Estornés Lasa en dos tomos (la primera parte en 1976, la segunda en 1985), y sería reeditado en 2005 por el Ministerio de Cultura y la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Este último es el que forma parte del Cervantario, en una edición en tapa dura con unas portadas absolutamente geniales. 

«Aurrera denok batera», decía tu amigo Fermín Aristu mientras caminabais por las calles de Donosti con el Kijote Mantxa´ko en la mochila.

                          

El Kijote Mantxa’co comienza así:

« Mantxa-aldeko erri kokkor batean, bere izenik ez nuke gogoratu nai, bizi zan denbora asko ez dala etxeko-seme bat: lantza altxa-tokian, adarga zaar, zaldi igar ta erbi-zakur dun oietakoa. Bere ondasuna, lauttik iru ontantxe zi joakion: eguneroko eltzekoa, beikia oparago airikia baño, zezinkia ta giaroa, zartagiko lodia larunbat oro, lentejak ostiralean, eta usakumearen bat igandetako goxagarri». 











 Monumento a don Quijote y Sancho en San Sebastián

miércoles, 5 de marzo de 2025

"El despertar de Cervantes", de Vicente Muñoz Puelles



El despertar de Cervantes es una novela corta de Vicente Muñoz Puelles publicada en 2016 por la editorial Anaya, destinada a acercar la figura del autor del Quijote a un público juvenil. 

El autor plantea una trama basada en la aparición del fantasma de Cervantes en la ciudad de Madrid en pleno siglo veintiuno. El motivo de este despertar es un hecho real: la búsqueda de Cervantes comenzada en 2014 y concluida un año después con la aparición de una parte de sus restos en la iglesia del convento de las Trinitarias de la capital. Estos se encontraron fragmentados y mezclados con los de otros dieciséis difuntos entre los que probablemente se encontrara su esposa Catalina. Parece que Cervantes fue perdiendo huesos en el traslado de su cadáver a finales del siglo XVII desde la antigua a la nueva iglesia de las Trinitarias construida en el mismo convento. 

En la novela, los operarios que lo buscan despiertan a Cervantes, que sale de su tumba como un fantasma corporizado al que lo único que lo diferencia de cualquier humano es que no tiene sombra. Cervantes, descalzo y en camisón, sale a reencontrarse con las calles del Barrio de las Letras de Madrid, su barrio, descubriendo los enormes cambios que se han producido en los cuatrocientos años que ha estado bajo tierra. Igual que en la fantástica escena de la serie el Ministerio del Tiempo, Cervantes se queda sin palabras al comprobar en qué se ha convertido su don Quijote. En el periplo va asumiendo este nuevo mundo y también su póstuma gloria, conociendo a personajes que le acompañarán en esta segunda vida. 

Personajes como Sindolfo Lanza, presidente de la Sociedad Cervantina que se desmaya cuando descubre que no tiene sombra. O Masile, un inmigrante maliense con quien entabla una gran amistad mientras le ayuda a sobrevivir. Lo hacen interpretando a Don Quijote y a Sancho Panza para los turistas en la Plaza de Santa Ana y en la Plaza Mayor, hasta que una compañía los ficha para que actúen en el teatro. Cervantes se convierte de esta manera en su propio  personaje. La sorpresa final se la lleva cuando un director alemán lo contrata para rodar una nueva versión del Quijote y en el rodaje se cruza con el fantasma de Orson Welles quien reconoce a Cervantes. Inmediatamente se hacen amigos y charlan de la obra que tanto obsesionó al director norteamericano. Ni qué decir tiene que esta película será la que no pudo terminar en vida, con un final memorable en el que don Quijote derrota al bachiller Carrasco. 

En un momento dado, Welles le dice a Cervantes: 
«La figura de don Quijote te atrapa y la de Sancho Panza te conquista para siempre. No se agotan sino que se convierten en fantasmas, como nosotros. Parecen desvanecerse como el celuloide de una película antigua pero siempre están ahí, entre la niebla, esperando volver».




Placa escultórica en el convento de las Trinitarias, donde está enterrado Cervantes. 


jueves, 27 de febrero de 2025

"Cancionero Cervantino", de Enrique Vázquez de Aldana



Miguel de Cervantes Saavedra nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares. Cuatrocientos años después, en 1947, se publicaron numerosas obras con motivo el cuarto centenario de su nacimiento. Una de ellas fue este Cancionero Cervantino que recopiló Enrique Vázquez de Aldana, poeta cordobés nacido en la segunda mitad del siglo XIX y fallecido en Madrid en 1957. 

Vázquez de Aldana abre el libro con una loa a Cervantes: «Todo te pertenece, creador sin segundo, que fulguras con luz propia en la brillante constelación que forman Homero, Dante, Shakespeare, Milton y Virgilio… Tuyos son los inmarchitos laureles que perduran el en planeta, siempre fragantes, siempre lozanos…» 

El Cancionero Cervantino recoge los poemas de autores que, desde el Siglo de Oro hasta el momento de la publicación, dedican sus versos al genio complutense y a su inmortales personajes. De entre los más de ochenta autores reconoces los nombres de Quevedo, Rubén Darío, Menéndez Valdés, Pedro Luís de Gálvez, José Zorrilla, Javier de Burgos o los hermanos Álvarez Quintero. 

Quevedo titula el poema Testamento de Don Quijote
«Que embalsamado me lleven 
a reposar a la iglesia 
y que sobre mi sepulcro escriban 
esto en la piedra: Aquí yace Don Quijote 
el que en provincias diversas 
los tuertos vengó, y los bizcos 
a puro vivir a ciegas. 
A Sancho mando a las islas 
que gané con tanta guerra 
que si no queda rico 
aislado a lo menos queda…» 

Destaca la minoría absoluta de cuatro mujeres. Son Josefa Vidal de Leyva (1883-1908), Joaquina García Balsameda de González (1837-1911), María del Pilar Contreras (1861-1930) y Carolina de Soto y Corro (1860-1930). 

De María del Pilar Contreras se incluyen tres sonetos dedicados a tres de las figuras femeninas del Quijote: Dulcinea, Marcela y Maritornes. A las dos primeras las pinta como mujeres de gran belleza, aunque la primera más ideal y más pura, y la segunda más real y pecaminosa. 
«Mujer soñada que la mente crea 
para que el amor le rinda pleitesía, 
la vista en su belleza se extasía, 
 y el alma en sus virtudes se recrea», dice de Dulcinea. 
De Marcela: 
«Sus labios que al hablar destilan mieles 
producen en las almas hondos males 
sus ojos de miradas celestiales 
a fuerza de ser bellos son crueles». 
La pobre Maritormes se lleva la peor parte. En el segundo verso del soneto la llama «zafia fregona de grotesca hechura». No contenta con eso, continúa: 
«Te representas, moza descuidada 
por el amor a veces mal traído 
con tu olor a ensalada trasnochada.
Y tu burda camisa percudida.
La realidad grosera y descarnada.
La prosa miserable de la vida». 

Encuentras que Josefa Vidal se acercó a los círculos modernistas de principios del siglo XX y que publicó tres poemarios, y que su prometedora carrera se truncó muy joven, en 1908, cuando encontró la muerte tras su tercer parto. De esta joven autora cordobesa son estos versos, imbuidos del pesimismo existencial de los autores de la generación del 98: 
 «¡Qué bien hicieras, inmortal Don Quijote 
en volver a enristrar tu aguda lanza 
y en Rocinante cabalgando al trote 
en nueva lid entrar, cual fiero azote 
con tu fiel escudero Sancho Panza […] 
Ve como gime y sufre el desvalido 
Que en vano al poderoso el bien suplica; 
y ve como el imperio yace hundido 
de la pobre mujer que aún no ha sabido 
conquistarse el lugar que Dios le indica […] 
Sácanos de este obscuro y hondo abismo; 
Oye la tempestad que fiera acrece; 
Mira cuál se desquicia el honor mismo 
¡Ve que nos hace falta tu altruismo 
 para salvar al mundo que perece!» 

Otras sorpresa inesperada en este cancionero son los versos de Pedro Luis de Gálvez, poeta anarquista de la bohemia que acabaría fusilado en abril de 1940. Sorprende que Enrique Vázquez de Aldana incluyera el poema de este enemigo del régimen franquista cuando aún no había pasado ni una década del final de la guerra, aunque sin duda el soneto merecía ser incluido: 
«Desdichado poeta, genial aventurero; 
con la fachada grotesca, de cartón la celada; 
sin razón, sin camisa, sin gloria, sin dinero 
bajo el sol de Castilla por la encendida estrada. 
Lo traicionaron todos; el cura el barbero, 
la sobrina y el ama y en la venta encantada 
dos mozas del partido lo armaron caballero 
le calzaron espuelas y ciñeron espada. 
Luego que el posadero le dio el espaldarazo, 
salió a probar el temple de su acero y su brazo 
retando a los gigantes a singular pelea… 
Tuvo por solo premio, la burla y la derrota, 
Y en tanto que el buen Panza se abrazaba a la bota 
Don Quijote moría de amor por Dulcinea…».




Autores del Cancionero Cervantino












martes, 18 de febrero de 2025

"Vida de Cervantes", de Manuel de Montoliu


En el año 1947, con motivo del cuarto centenario del nacimiento de Miguel de Cervantes, Manuel de Montoliu escribió Vida de Cervantes. La publicó Seix Barral en una colección de biografías de personajes ilustres. Se tuvo que vender bien porque la edición de este Cervantario es la novena, publicada en 1949. Se trata de una biografía breve, de ochenta y siete páginas, destinada a los jóvenes de la época, encuadernada en pasta dura con letras doradas en huecorrelieve y con algunas páginas en su interior en papel couché que recogen imágenes relacionadas, más o menos, con Cervantes y su obra. 

Como señala Juan Palau en el prefacio: «Esta colección tiene por objeto poner de manifiesto el grado supremo de la actividad y la nobleza humanas, para que los jóvenes, tan inclinados por instinto a admirar todo lo que significa esfuerzo viril y heroísmo, gocen en la lectura de los hechos magníficos engendrados por el amor a la patria, el severo sentimiento del deber, el valor personal, el desprecio del peligro, la noble ambición, la encendida religiosidad o las maravillosas creaciones de la inteligencia». Aquí se enuncian claramente los valores del nuevo régimen dictatorial establecido ocho años antes, tras la victoria de Franco en la guerra civil. A Cervantes lo enmarcarían en la última de las premisas citadas. 

Manuel de Montoliu nació en Barcelona en 1877. Fue catedrático de literatura castellana en la Universidad de Barcelona y también lo fue en Buenos Aires en los años veinte. De familia aristocrática, Montoliu se posicionó en el bando franquista durante la guerra. Tenía setenta años cuando se publicó esta biografía, que no está entre sus obras más destacadas, pues seguramente fue un encargo de la editorial para llenar el hueco y aprovechar el centenario del nacimiento del autor del Quijote

La biografía se centra en los episodios más conocidos del escritor, obviando por completo los más controvertidos, como la trifulca que le llevó a salir de España en su juventud. De hecho se saca de la chistera que «El cardenal Julio Acquaviva conoció en Madrid a Cervantes y prendóse de sus buenas cualidades de hombre y de escritor, y aceptólo gustoso en su servicio. Así fue como Cervantes , hecho camarero de Julio Acquaviva, salió de España para Italia en diciembre de 1568». 

No tuvo que ser fácil para Manuel de Montoliu tapar al antihéroe de Miguel de Cervantes, a quien la mala estrella persiguió durante toda su vida, para destacar su heroísmo y su gloria. Es dudoso que su errante vida, con el duelo y posterior huida, el cautiverio argelino, las dos (tal vez tres) estancias en prisión, sus penurias económicas, y con una hija extramatrimonial de por medio, encajase en el modelo de ejemplo para la juventud que pretendían los próceres del régimen. Salvo su participación en la batalla de Lepanto contra los turcos, el heroísmo de Cervantes, y esto es lo que trata de resaltar Montoliu escondiendo todo lo demás, consistió en dedicarse finalmente a la literatura pese a todo. 

En las páginas finales, el biógrafo catalán resume así la vida del autor madrileño: «Cervantes pasó por el mundo obscuramente; tuvo sus amigos y adversarios como cualquier mortal; tuvo más desdichas que venturas y más penas que glorias, Tuvo también sus debilidades humanas y sus pasiones. Pero en medio de su vida agitada de soldado, de cautivo, de funcionario y de poeta menesteroso; en medio de su duro batallar con el destino, supo tener el heroísmo de resistir a los golpes de la fortuna y cumplió su misión, vertiendo por el conducto de su pluma, en sus obras inmortales aquel tesoro de que su cerebro era único depositario».




martes, 11 de febrero de 2025

"Cervantes en Barcelona", de Martín de Riquer



Martín de Riquer
es uno de los filólogos cervantistas más importantes, seguramente el más conocido junto a Francisco Rico. Suya fue la primera edición comentada que leíste del Quijote. Este ilustre barcelonés, que vivió casi cien años (1914-2013), fue Catedrático de Literatura de la Universidad de Barcelona y miembro de la Real Academia Española de la Lengua desde 1965. Sus estudios y publicaciones versan fundamentalmente sobre el mundo caballeresco medieval, y, por supuesto, sobre el Quijote y Cervantes. Este librito de tu Cervantario, de 132 páginas, que publicó Acantilado en 2005, es una reedición del publicado por la editorial Sirmio en 1989. Cervantes en Barcelona recoge a lo largo de diez capítulos las investigaciones de Martín de Riquer sobre el tema. Ante la escasísima documentación histórica existente, el filólogo analiza los pasajes de la obra de Cervantes en los que aparece Barcelona, con sus lugares, personajes y acontecimientos, y los compara con las noticias históricas existentes sobre la ciudad en el tiempo cervantino. 

En una de las paradas del trayecto investigador, Martín de Riquer aborda la cronología interna del Quijote. Según Riquer, la acción del Quijote transcurre en el verano de 1614. Esta afirmación procede de las continuas vaguedades cronológicas de Cervantes, hasta que en la segunda parte no le queda más remedio que situar la acción después de la publicación del Quijote de Avellaneda, es decir, a mediados de 1614. «Cervantes se propuso responder a su rival y desacreditarlo desde su misma novela. Por lo que la acción de esta no podía ocurrir antes de la aparición de la continuación apócrifa». Si tenemos en cuenta que pasa un mes, más o menos, entre la segunda y la tercera salida de don Quijote de su aldea, no queda otra que aceptar que la acción del Quijote se desarrolla en el año 1614, dándose la paradoja de que el célebre “no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo…” del inicio de la primera parte, se desarrolla en realidad en un tiempo futuro, es decir que lo escrito antes de 1605 tiene lugar nueve años después, pero claro, cuando Cervantes escribió la primera parte todavía no lo sabía. «Esto era perfectamente posible porque en la primera parte no afirmó nunca en qué año ocurría la acción. Él gobernaba en su libro, y su cronología tenemos que determinarla desde atrás: desde el momento que Sancho escribe a su mujer el 20 de julio de 1614, hay que concluir que las aventuras de don Quijote a partir de la primera salida se iniciaron en el verano de aquel mismo año». 

En Cervantes en Barcelona se abordan aspectos como la conocida Casa de Cervantes de Barcelona, las galeras del puerto, las fiestas populares o el bandolerismo catalán de la época, con Perot Rocaguinarda, el Roque Guinarda del Quijote. Concluye Martín de Riquer que Cervantes pudo visitar en dos ocasiones la ciudad Condal, una en 1569 y otra en 1610. La primera, tenía 22 años. Es posible que huyendo de la justicia real tras tener el altercado con el tal Sigura, funcionario del rey al que dejó malherido, recalara en Barcelona unos días antes de embarcarse a Italia. Esta ocasión es la que utiliza Carlos Luria para armar la trama de El hidalgo que nunca regresó. La segunda, más plausible que la primera, fue cuando Cervantes contaba con 62 años. En esta ocasión llegaría hasta Barcelona para entrevistarse con el Conde de Lemos, con quien quería embarcar para Nápoles. Para disgusto del escritor, ya famoso por entonces, no llegó a verlo y no se embarcó, pero pasó unos meses en la ciudad empapándose de lo que allí acontecía, experiencia grata que más tarde utilizaría en la segunda parte del Quijote, en las Novelas ejemplares y su Persiles. Y aunque no llegó a verlo en Barcelona, el Conde de Lemos se convertiría en su mecenas desde 1613. A él están dedicada su últimas obras. 

«En el verano de 1610 nuestro gran escritor residió en Barcelona, y si lo hizo en lo que los barceloneses llamamos la Casa de Cervantes, no pudo disponer de mejor observatorio para lo que narró en Las dos doncellas y en los capítulos LXI a LXIV de la segunda parte del Quijote».





miércoles, 5 de febrero de 2025

"El hidalgo que nunca regresó", de Carlos Luria



«Así que Miguel no tuvo más opción que construirse una ilusión que, con el tiempo, lograría hacerle estar seguro y protegido: su hogar se encontraba allí donde su madre desgranaba sus historias, ya fuera en Alcalá, Córdoba, Toledo, Sevilla o en cualquier otra parte, junto al fuego en invierno o bajo la sombra de un árbol en verano. Miguel no amaba las casas, amaba los cuentos, el suyo era por tanto un hogar mágico, eterno y confortable, puesto que la voz de su madre también era todas esas cosas».

El hidalgo que nunca regresó de Carlos Luria es una novela cervantista de amor y aventuras. El autor aprovecha un hipotético acontecimiento aceptado por los biógrafos de Miguel de Cervantes: su estancia en Barcelona en el año 1569, cuando contaba con veintidós años. Según esta hipótesis, Cervantes llegó hasta la ciudad Condal huyendo de la justicia real tras un duelo en el que dejó malherido a un funcionario del rey. Desde Barcelona pasaría a Italia refugiándose en tierras del Papa y posteriormente se embarcaría en la flota comandada por D. Juan de Austria. 


Carlos Luria utiliza este episodio para ficcionar esta efímera estancia de Cervantes en Barcelona. Lo hace con acierto, tejiendo un romance de capa y espada con el propio Cervantes como protagonista.
El romance comienza cuando Miguel salva a una joven barcelonesa de un secuestro. Se llama Dolça y con ella vivirá una breve pero intensa historia de amor. Se trata de un amor imposible que marcará (en la ficción) la vida del escritor del Quijote, no en vano la musa de su inmortal personaje tomará el nombre de esta joven catalana cuando Dolça se torna en Dulcinea. La capa y la espada salen a relucir con la persecución de la que es objeto el futuro escritor por parte de Mateo Sigura, padre del joven malherido que lo persigue en busca venganza. Para redondear la novela, la trama se enmarca en los preparativos de la armada que combatirá a los turcos en Lepanto, con los intentos por parte de éstos de diezmar la flota española con atentados en el puerto de Barcelona. 

Con estos mimbres, Luria sumerge al lector en una historia narrada en dos tiempos. Por un lado el viejo Cervantes, con un pie en el estribo, recibe la visita de Rocamaura, un catalán que investiga lo que ocurrió tiempo atrás en Barcelona. El encuentro se produce en una taberna madrileña, donde Cervantes le habla de esto y de otras muchas cosas. Por otro, la propia narración de los sucesos barceloneses en el año 1569 que marcarían la vida del escritor. 


La novela está perfectamente construida, con un lenguaje rico, un tono preciso y un ritmo creciente que logra mantener el interés hasta la última página. El hidalgo que nunca regresó de Carlos Luria es una novela cervantista a la altura de su protagonista. 

«Por eso yo —dice Cervantes silabeando mucho las palabras— he tomado como bueno el ejemplo de Sócrates, y he intentado dar a don Quijote el mejor rasgo de mi humanidad, que es el de encontrar contento en los quebrantos, acomodo en la escasez y alegría en el aprendizaje. Y confiar en la suerte, aunque ande esquiva».





sábado, 25 de enero de 2025

"Vida (y muertes) de Cervantes", de Stephen Marlowe



El verdadero nombre de Stephen Marlowe era Milton Lesser. Nació en Nueva York en 1928. Estudió Filosofía y pronto tuvo claro que sería escritor. Comenzó a escribir novelas de ciencia ficción a finales de los cuarenta. Poco tiempo después saltó al género negro creando al detective Chester Drum, bajo el pseudónimo de Stephen Marlowe, que ya nunca abandonaría. Publicó más de una veintena de novelas con Chester Drum como protagonista, cosechando cierto éxito en los años 50 y 60. Entre tanto, publicó bajo otros pseudónimos como Adam Chase, Andrew Frazer o Stephen Wilder, incluso firmó una novela como Ellery Queen. Murió en 2008 con 79 años, llegando a publicar cerca de un centenar de títulos a lo largo de su vida. 

Stephen Marlowe vivió en España durante varios años en la década de 1960, principalmente en Torremolinos. En esa época, la localidad malagueña era un lugar que atraía a artistas y escritores. Uno se podía cruzar por la calle nada menos que con Jean Cocteau, Orson Welles, Marlene Dietrich, Brigitte Bardot, Allen Ginsberg o Jack Kerouak. Durante su estancia en España, Marlowe se interesó por su historia y su cultura, lo que se reflejó en varias de sus obras, como Las memorias de Cristóbal Colón, de 1987 o La muerte y la vida de Miguel de Cervantes, publicada en Gran Bretaña en 1991. 

En España la publicó Plaza & Janes dos años después, en la traducción de José Luis Fernández de Villanueva y con el título de Vida (y muertes) de Cervantes. Esta es la edición de tu Cervantario. No entiendes el cambio de título en España ya que la estructura se corresponde más con el del original en inglés. La mitad de la novela está dedicada a “La muerte de Miguel de Cervantes”, es decir, a las veces que estuvo a punto de que lo mandaran al otro barrio durante su juventud, en Madrid, en Lepanto o en Argel. La segunda se titula “Vida de Cervantes” y narra desde que regresó a España tras su cautiverio hasta la publicación de la segunda parte del Quijote, poco antes de su fallecimiento el 22 de abril de 1616. 

Se trata de una novela extensa, de unas 600 páginas, y extraña, en la que el autor deja volar la imaginación para fabular con la biografía de Cervantes. Por ejemplo, lo emparenta nada menos que con Cristóbal Colón como antepasado suyo. Además, varios personajes recorren la novela al lado del protagonista, como su hermano pequeño Juan (Juan el Oscuro, le llama), que murió muy joven, o su hermana Andrea, a quien el autor imagina adoptada por los padres de Cervantes, o Cide Hamete Benengeli, personaje que le salva la vida en Argel para terminar convertido en el autor del Quijote. Incluso el narrador, que es el propio Cervantes, se desdobla en ocasiones para ofrecer una especie de diálogo entre Marlowe y Cervantes sobre el proceso de escritura. 

No sería fácil la ingente tarea de novelar la vida de un personaje tan vital e inquieto como Cervantes, siempre dando tumbos de un lado a otro, “cuántos caminos anduvo Cervantes, cuánta polvorienta trocha, cuánto sudor de agosto y cuántos hielos de febrero, cuánta arruinada venta, soledad y campo…”(Trapiello dixit). Cuenta el narrador: «Lo que aprendí acerca de escribir era fundamentalmente esto. Que la primera cosa que tiene que hacer un escritor de ficción es suspender voluntariamente —y no sólo voluntariamente, sino gozosamente— su propia incredulidad».

Stephen Marlowe sin duda se divirtió metiéndose en la piel de Miguel de Cervantes.

domingo, 12 de enero de 2025

"Cervantes [Don Quijote] Forges, un diálogo a través de las eras", de Antonio Fraguas "Forges"



Una de las maravillas  de tu Cervantario es este libro que recoge las viñetas que dedicó el gran Antonio Fraguas “Forges” a Cervantes y al Quijote. El libro recopila las obras que se pudieron ver en la exposición realizada en el Museo Casa Natal de Cervantes de Alcalá de Henares, entre junio y noviembre de 2016, con motivo del cuarto centenario de su fallecimiento. 

El libro incluye un texto de Forges en el que escribe: «Creo que tenía once años la primera vez que leí el Quijote. Era, claro, una edición para niños de la editorial Araluce, y así empezó mi caminar por la vida siguiendo la estela, unas veces de Alonso Quijano y las más, de Sancho Panza […] El Quijote es un libro que los lectores escriben cada vez que lo leen, porque siempre es un libro distinto; un libro que se amolda paulatinamente a las distintas vivencias del lector […] Soy consciente de que intento copiarle, porque Cervantes, para todos nosotros los humoristas gráficos es nuestro gran maestro”. Dos años después de esta exposición, el 18 de febrero de 2018, nos dejó el genial Antonio Fraguas “Forges”. 

Esta es una pequeña muestra de esta joya de Forges.