jueves, 19 de junio de 2025

"Esa enfermedad incurable y pegadiza", de José Luís Pérez Pastor y Diego Marín A.


Esa enfermedad incurable y pegadiza es un librito que recoge los poemas que aparecen en las dos partes de Don Quijote de la Mancha. De esta recopilación, publicada en 2005 con motivo del cuarto centenario, se encargaron José Luís Pérez Pastor y Diego Marín A.. 

El título del libro procede del primer capítulo de la segunda parte, cuando Sansón Carrasco y don Quijote conversan sobre la fama alcanzada por éste tras la publicación del libro que recoge sus aventuras. El bachiller se refiere a la afición de don Quijote como «esa enfermedad incurable y pegadiza que tienen algunos de leer estos libro de caballerías», una enfermedad que sigue existiendo hoy en día y que no tiene cura, ni falta que hace. 

Señalan los autores que los géneros literarios que gozaban del favor del público en la época cervantina eran el teatro y la poesía, muy por encima de la novela, justo lo contrario de lo que sucede hoy en día. Cervantes inició su carrera literaria tentando a esos dos caminos, publicando sus primeros versos en un volumen en el que conmemoraba la muerte de la reina Isabel de Valois, esposa de Felipe II, con poemas que se insertaban en la tradición castellana y en las novedades introducidas por Garcilaso de la Vega. 

También se inició en la dramaturgia con dos obras, La Numancia y El trato de Argel, obras que no alcanzaron el ansiado triunfo de las de Lope de Vega. Fuera por esto o por su carácter fabulador, Cervantes se encaminó hacia la novela con La Galatea como ópera prima, el texto al que más cariño tuvo, por encima incluso del Quijote. Cervantes no cesó en seguir escribiendo teatro y poesía, con los Entremeses o su con extenso poema Viaje al Parnaso. 

«A pesar del éxito del Quijote, la espina que siempre tuvo clavada don Miguel fue la de no haber llegado a ser mejor poeta de lo que fue». No obstante, y a pesar de su enemistad, Lope de Vega tuvo buenas palabras para el Cervantes poeta.  

En cuanto al Quijote, señalan los autores: «sobre el armazón temático de una parodia a los libros de caballerías don Miguel había sumado ingredientes hasta construir un texto complejo, un libro de libros en el que se daban cita —entre burlas y veras— ejemplos y muestras de prácticamente todas las modalidades literarias de la época». Incluidas la poesía y el teatro.  

«Si pensamos que don Quijote está enfermo de ficción, ¿qué no pensar de que tantos personajes tengan poemas que proferir en un momento dado? Los poemas insertos en El Quijote no son sino una muestra más del tema central de la obra: la propia literatura y su relación con la vida».

En el inicio de la obra, Cervantes introduce poemas que parodian el estilo de los libros de caballerías, como los que dedican a don Quijote, Urganda, encantadora de Amadís de Gaula, el propio Amadís, don Belanís de Grecia, Orlando el Furioso o el Caballero del Febo; o el que le dedica Oriana, amada de Amadís, a Dulcinea del Toboso; o Gandalín, su escudero, a Sancho Panza; o el que termina con el graciosísimo diálogo entre Babieca, caballo ilustre del Cid Campeador y Rocinante.  

A lo largo de la novela van apareciendo otros poemas que expresan los sentimientos de los personajes, como la melancolía o el amor idealizado, o canciones pastoriles que ensalzan la vida bucólica, o textos satíricos y burlescos que aportan humor a la narración. Por supuesto, estos poemas forman parte de la propia trama y tienen una función importante que va más allá del mero ornamento. Todos estos poemas están recogidos en este libro. 

Estos versos son una breve muestra del más de medio centenar de poemas que aparecen en el Quijote y atestiguan el genio poético de Miguel de Cervantes. 


De Uganda la desconocida son estos versos de este poema de cabo roto.

«De un noble hidalgo manche—

contarás las aventu—

a quien ociosas letu—

trastornaron la cabe–

que cual Orlando furio–

templado a lo enamora–

alcanzó a fuerza del bra—

a Dulcinea del Tobo–».


En el segundo capítulo don Quijote habla a las mozas de la venta con estos versos.

«Nunca fuera caballero

de damas tan bien servido

como fuera don Quijote

cuando de su aldea vino:

doncellas curaban dél; 

princesas, del su rocino».


En el capítulo XXVI, don Quijote enamorado canta a su amada Dulcinea tras enviar a Sancho para entregarle una carta. 

«Árboles, yerbas y plantas

Que en aqueste sitio estáis

Tan altos, verdes tantas,

Si de mi mal no os holgáis

Escuchad mis quejas santas

Mi dolor no os alborote, 

aunque más terrible sea, 

pues, por pagaros escote, 

aquí lloró don Quijote

ausencias de Dulcinea

del Toboso».


En el capítulo LXVIII de la segunda parte, derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, don Quijote emprende camino de regreso a su hogar y después de toparse con una piara de cerdos, don Quijote se pone a recitar tras no convencer a Sancho que se dé los azotes necesarios para desencantar a Dulcinea. 

«Amor, cuando yo pienso

En el mal que me das, terrible y fuerte, 

Voy corriendo a la muerte,

Pesando así acabar mi mal inmenso:

Mas, en llagado al paso

Que es puerto en este mar de mi tormento, 

Tanta alegría siento

Que la vida se esfuerza y no le paso.

Así el vivir me mata, 

Que la muerte me torna a dar vida,

¡Oh condición no oída, 

la que conmigo muerte y vida trata!»


El último poema es el sentido epitafio que le dedica el bachiller Sansón Carrasco a don Quijote después de que el escribano diera testimonio de su muerte para evitar que otro autor como Avellaneda pueda resucitarlo falsamente.

«Yace aquí el Hidalgo fuerte

que a tanto extremo llegó

de valiente, que se advierte

que la muerte no triunfó

de su vida con su muerte.

Tuvo a todo el mundo en poco

fue el espantajo y el coco

del mundo, en tal coyuntura

que acredito su ventura

morir cuerdo y vivir loco»




martes, 17 de junio de 2025

"Instrucciones para olvidar el Quijote", de Fernando Savater




Instrucciones para olvidar el Quijote y otros ensayos generales, publicado por la editorial Taurus en 1985, recoge una serie de artículos escritos por Fernando Savater para prensa o revistas especializadas. En su mayoría están dedicados a la literatura, al arte o a la filosofía. En ellos reflexiona sobre la obra de autores como Goethe, Salgari o Kafka, como Stevenson u Homero, a cuya Odisea dedica estas hermosas palabras: «No conozco obra más adecuada para encerrarse en ella resueltamente, echar el candado al ansia de novedades y perder la llave, que la narración de las peripecias del retorno de Ulises. Allí está todo». Por supuesto, no olvida a Cervantes en un artículo titulado paradójicamente Instrucciones para olvidar el Quijote. Es el artículo que abre el libro y el que le da nombre. Lo escribió para Radio Alemana del Norte sobre una conferencia pronunciada en el Palacio de las Naciones de Ginebra. 

El título de este ensayo traído al Cervantario, Instrucciones para olvidar el Quijote, es una provocación del autor que, obviamente, no se refiere a la novela, sino a la utilización que se ha hecho de ella y del personaje a lo largo del tiempo, convirtiéndolo en «un mito nacional, un ideal irónico, o la silueta de una concepción del mundo». El problema que encuentra Savater es que el personaje ha salido de la novela para convertirse en mito, en personaje sagrado, y lo que propone es desacralizarlo y devolverlo a la novela de la que nunca debió de salir. «Cuanto menos atención se presta al texto, más se acentúan en el personaje exento los rasgos menos inocentes de un prototipo sobrecargado. Hasta tal punto que podría decirse, sin paradoja excesiva, que la mejor forma de comenzar a olvidar el Quijote es leerlo».

Fernando Savater juzga a don Quijote en tanto que mito, al que los escritores románticos, y más tarde Unamuno, subieron a los altares transformado en personaje trágico, y como todos los personajes trágicos desde Sófocles, no escucha los avisos ni las advertencias de quienes le rodean, sino que «reitera su obsesión y pasa de largo hasta su destrucción final». «La clave de todos los falseamientos y malversaciones del quijotismo vienen a parar siempre en lo mismo: en una amputación del humor del personaje». Buen ejemplo de esto es la Vida de Don Quijote y Sancho de Unamuno, «quizá porque don Miguel no andaba demasiado sobrado de humorismo».

Respecto al humor, señala el autor que «es una de las mercancías literarias que más difícilmente conservan su frescura» debido a que la sensibilidad cómica varía mucho más con el tiempo que la trágica. Seguramente, el Quijote en su día debió de provocar más risas que cuatrocientos años después, ya que «lo más duradero del Quijote coincide con el tipo de comicidad más primitiva, con las escenas de garrotazo y tentetieso propias del masoquismo melancólico de Charlot». En este sentido el Quijote es una obra que contiene grandes dosis de brutalidad. A decir de Nabokov, se trata de «una verdadera enciclopedia de la crueldad».  Observa Fernando Savater que «la comicidad del Quijote se ha ido espiritualizando con los años haciéndose más agria y malvada […] Crece así la tentación de olvidar el carácter esencialmente festivo de la novela y de convertirla en una parábola moral o —aún peor, mucho peor— en un apólogo político».

En cuanto al modelo del Quijote como «espejo de la acción cívica», a pesar de los elogios que hace Cervantes de la libertad, o de alegato contra la expulsión de los moriscos, señala Fernando Savater que desde la perspectiva actual, don Quijote deja mucho que desear a este respecto, pues se empeña en primar las armas sobre las letras, es decir, la fuerza sobre las leyes. «A la evidente paradoja de que una de las virtudes de las armas sea la de poner fin a la guerra ya nos tienen acostumbrados los discursos legitimadores de la hoy llamada disuasión nuclear, modelo político que, difícilmente, sin embargo, calificaríamos de quijotesco. Salvo, por supuesto, en lo que tiene de locura».

Savater critica a quienes se empeñan en hacer del caballero emblema de la condición humana, y más a quienes «lo han querido convertir en antonomasia del carácter español, sobre todo en el terreno político […] Si por quijotismo entendemos la vocación de luchar desinteresadamente por causas nobles y perdidas, nada en Cervantes ni en la historia nos indica que esa característica sea más frecuente entre españoles que entre ciudadanos de otros pueblos».

Sobre el Quijote como ideal político también apunta que es peligroso puesto que «el voluntarismo quijotesco cree poder conseguir por la fuerza del brazo cuanto acontece en el pecho». Esto lo vio también Thomas Mann en su Travesía marítima con don Quijote, cuando se preguntaba: «¿Qué especie de personaje sería un don Quijote antiidealista, un don Quijote pesimista y sombrío, un don Quijote de la brutalidad y que, no obstante, siguiera siendo don Quijote?» Es obvio en quién pensaba Thomas Mann cuando escribía esto desde el barco que atravesaba el Atlántico hacia su exilio americano justo unos meses después de que los nazis se hicieran con el poder en su Alemania natal. Fernando Savater incide en la idea «de estos [Quijotes de la brutalidad] tampoco han faltado en la reciente historia de España, pues a fin de cuentas siempre hay algún temible fanático de nuestro “héroe nacional” dispuesto a bendecir como quijotescas la audacia de Tejero o las atrocidades de los terroristas de ETA». 

Continúa Savater señalando que este Quijote no es un modelo a seguir sino a exorcizar, como bien hizo Franz Kafka en su breve nota titulada "La verdad sobre Sancho Panza” incluida en sus Meditaciones, en la que don Quijote en realidad forma parte de la imaginación de Sancho Panza convertido en uno de sus “demonios” de ficción que lo acompañará durante toda su vida.

Fernando Savater destaca al fin uno de los aspectos que nunca debemos olvidar del Quijote, «el único que continuará siendo inatacable, recto, sin tacha: el fracaso [...] Este fracaso inalterable, refulgente, es quizá la más actual y permanente lección que don Quijote puede ofrecer […] al lector individual de una cultura adoradora del éxito a toda costa».

«En cuanto a héroe nacional, en cuanto a adalid político, en cuanto absurdo prototipo de un españolismo de Inquisición y tentetieso, don Quijote es una equivocación o un fraude; pero en cuanto a ángel traicionado por sí mismo y expulsado del propio paraíso de sus sueños, debe ser nuestro amigo, quizá nuestro cómplice.»

Finaliza el artículo señalando que «olvidar su mito interesado o irracionalmente manipulado, es recuperar la novela memorable y hacernos dignos de la tradición sonriente y civilizada que la posibilitó».










martes, 10 de junio de 2025

"Menudas Quijostorias", de Nieves Concostrina


Nunca fue tarea fácil acercar la historia al gran público. La periodista Nieves Concostrina tiene el mérito de haberlo logrado. Desde los micrófonos de la radio y desde las páginas de sus libros, la rodalquilense (como la gran Carmen de Burgos) saca más de una sonrisa a escuchantes y lectores con su interpretación crítica y mordaz, a veces tierna, de la historia. Critica y mordaz con autócratas y poderosos sin escrúpulos, tierna y cercana con subalternos y víctimas de abusos de todo tipo, que son los grandes olvidados del relato histórico.


Bajo este prisma, en Menudas Quijostorias, Nieves Concostrina aborda el Quijote, desde dentro (el autor y la obra) y desde fuera (el contexto histórico), logrando quitarle una capa de la pátina académica de los ríos de tinta que se han vertido, y situándolo en un lugar en el que a Cervantes le habría gustado, en el del lector raso.

La obra se compone de una introducción titulada “Un escritor entre dos siglos, tres reyes y catorce papas”, una primera parte dedicada a “Don Quijote y Don Miguel”, una segunda parte en la que la autora introduce al lector en “La España de la época” y un epílogo que bajo el nombre “La farsa de unos huesos” aborda la muerte, el funeral y la controvertida búsqueda de la tumba de Cervantes. 

En la primera parte, Nieves Concostrina escribe con su estilo inimitable, lleno de humor, pero no exento de rigor, sobre el origen tanto intelectual, en la cárcel de Sevilla o en la Cueva de Medrano, como físico del Quijote, con la aparición del editor Robles y la premura con la que se hizo todo porque Cervantes necesitaba el dinero.

«Desde cinco o seis años antes de la impresión del Quijote, las aventuras del hidalgo eran conocidas en forma de novela corta que recogía un par de aventurillas. Esa novelita, que había corrido como manuscrito, copiada a mano, disfrutó de relativo éxito, y como Cervantes no vio un céntimo de aquella obra, pensó: pues si a la gente le está gustando tanto la novelita, voy a ver si la amplío, la hago más gorda y le saco unos cuartos. Esa novela ampliada es la que le ofrece a un librero de Valladolid, Francisco de Robles, con quien tenía cierta amistad […] Le hizo firmar la cesión de derechos y le dio una birria de adelanto […] Se sabe que no fueron más de 100 ducados, una cantidad irrisoria que tira el alma a los pies, […] pues 100 ducados equivaldrían a 200 euros. Es lo que debió cobrar Cervantes por ceder al editor una de las obras más grandiosas de la literatura universal.» 

También aborda determinadas situaciones de la época que Cervantes recogió en el Quijote. Por ejemplo, el tema de los escribanos sale a relucir a partir de la carta que manda don Quijote a Dulcinea desde Sierra Morena. Don Quijote le pide a Sancho que busque a un maestro de escuela o un sacristán para que pase a papel la carta que el pobre Sancho ha memorizado, porque estos escribían con una letra cortesana legible, y no a un escribano puesto que estos usaban la letra procesada, una letra ilegible que desfiguraba la traza y alargaba exageradamente sin separar las palabras, porque así ocupaban más espacio y como cobraban por planillas el precio se incrementaba. Así, don Quijote le dice a Sancho: «no se la des a trasladar a ningún escribano que hace la letra procesada que no le entenderá Satanás». «Queda claro que en tiempos de don Quijote, al último que había que recurrir para escribir una carta era, curiosamente, a un escribano.»

La segunda parte de Menudas Quijostorias aborda más aspectos sociales, como el matrimonio, los libros de caballerías, la higiene y la medicina, los hidalgos pobres, los disciplinantes, la Santa Hermandad, los moriscos, las comidas o las peculiares modas de la época, como las de los hombres que llevaban bragueta para marcar paquete, o la de las mujeres que comían barro para tener la tez más blanca. Comer barro generaba un trastorno llamado opilación que «provocaba anemia y una extrema palidez. Era una moda muy extravagante tan extendida durante el Siglo de Oro que quedó plasmada en obras de arte, en romances, en teatro… Un verso de finales del siglo XVI decía: “Niña del color quebrado, o tienes amores o comes barro”». Al parecer, el búcaro que la menina María Agustina Sarmiento ofrece a la infanta Margarita en el famoso cuadro de Velázquez no era para beber agua sino para comer. 

Termina el epílogo dedicado a los restos de Cervantes con el epitafio que le dedicó el cervantista Luis Astrana Marín: 
«Que todo el monasterio le sirva de tumba. Y tenga sus cenizas, como sus obras, como su nombre, larga y feliz prosperidad. Llórele la Tierra, hónrele la Patria, gócenle los Cielos.» 

Menudas Quijostorias es un libro que nos hace pasar un buen rato, viajando y aprendiendo con Nieves Concostrina. El mérito de este libro es que es imposible leerlo sin una sonrisa, a veces una carcajada, como ocurre con Don Quijote de la Mancha.

«Vale.»



sábado, 7 de junio de 2025

"Dulcinium. El amor perdido de Cervantes", de Angela Rodicio


Uno de los atractivos del universo cervantista es que su fondo librario tiende al infinito. Cervantes y el Quijote siempre son una buena excusa para lanzarse a escribir un libro, y el tema suele ser garantía de que una editorial lo publique. Entre el maremágnum de publicaciones cervantinas encuentras una que te llama la atención porque está dedicada a un personaje fundamental del Quijote: Dulcinea de Toboso. Se titula Dulcinium. El amor perdido de Cervantes, de Ángela Rodicio.

Este mundo cervantista es una caja interminable de sorpresas. De repente aparece una leyenda desconocida y maravillosa procedente de una ciudad costera de Montenegro. Cuenta una leyenda local que en esta ciudad estuvo cautivo Cervantes tras la batalla de Lepanto y antes de su cautiverio en Argel. La ciudad se llama Ulcinj, Úlchiñe en castellano, la Dulcinium romana. Al parecer, Cervantes, malherido por los arcabuzazos recibidos en la batalla, habría sido llevado hasta Úlchiñe tras ser capturado por la flota enemiga. Allí se recuperaría de las heridas y tendría un romance con la hija del gobernador Lika Bey. Este amor que nunca olvidaría sería el origen del personaje de Dulcinea de Toboso, un nombre rescatado de la memoria de los días felices pasados en la ciudad de Dulcinium.

Ángela Rodicio fabula con la idea de que la leyenda es verídica y de que aquí sacó Cervantes al amor platónico de don Quijote. La autora fue corresponsal de la guerra de los Balcanes en los años noventa, de ahí su interés por la zona. Muchos años después regresa para rastrear la historia de la localidad montenegrina de Dulcinium. Atraída por la leyenda, decide viajar hasta allí para conocerla de primera mano. De este viaje nacerá esta obra, Dulcinium. El amor perdido de Cervantes. 

«Me detuve a saborear aquel tiempo en Dulcinium. Hacía cábalas sobre el contexto de aquella aventura amorosa destinada a traspasar las fronteras de la geografía y del tiempo. Me vino a la mente la historia de amor de dos colegas enamorados en sus días de encierro en Kuwait a manos iraquíes durante la contienda del Golfo de 1991. Me confesaron haber sentido gran pena al ser liberados, porque debían volver a su realidad. Cervantes volvería a la España de Felipe II en los albores del ocaso de un imperio con pies de barro».

Dulcinium es un libro inclasificable, ecléctico, con cierto aire poético, mezcla de autobiografía, novela de ficción, libro de viajes, investigación periodística y relato histórico-literario. Es un collage en el que Ángela Rodicio se deja llevar por el halo misterioso de los supuestos amoríos cervantinos en las exóticas y peligrosas tierras montenegrinas.

Lo más atractivo de la obra es la parte autobiográfica en la que la escritora viaja desde Sarajevo hasta Úlchiñe para investigar sobre la leyenda. Aquí conoce a dos personajes, Editha Evrenos, la bibliotecaria,  y Amik Spaho, aficionado a la historia y dueño de una joyería. Con ambos hablará largo y tendido sobre el tema cervantino. «Tu compatriota Servet (así llaman a Cervantes) estuvo aquí prisionero. Los corsarios le tenía allá arriba en la fortaleza. Se enamoró de la hija del bey. La verdadera Dulcinea», le dice Spaho a Rodicio.  

El relato autobiográfico se va intercalando con retazos de la historia de Carlos V y Felipe II y su enfrentamiento con el Imperio Otomano; con aquellos fragmentos del Quijote referidos a Dulcinea y al el cautiverio de Argel donde se podría insinuar una relación con la leyenda de Dulcinium; y con la investigación que realiza a través de las notas sobre la lectura de la obra de Astrana Marín con las que intenta encajar la leyenda en la biografía oficial de Cervantes. «La vida de Cervantes es un auténtico agujero negro biográfico —escribe Francisco Rico para referirse a los nueve años transcurridos entre Lepanto y su regreso a España— En estos casos solo se puede recurrir a la propia lectura del interesado o a la ficción». Por este agujero intenta colarse la autora con esta leyenda. 

La autobiografía se convierte en novela de intriga cuando Ángela Rodocio narra su propio secuestro y el de Editha la bibliotecaria a manos de unos mafiosos contrabandistas que buscan dinero. La autora se pone así en la piel de Cervantes en su cautiverio. Será Spaho, el joyero, quien resuelva la situación pagando el rescate. Esta parte es la más novelesca, pero en el totum revolutum que es este libro todo es posible; hasta tienen su encanto los momentos líricos de la narradora cada vez que se asoma a la ventana de su hotel frente al mar. 

Terminas de leer esta obra y te quedas con la sensación de que da igual que Cervantes estuviese o no cautivo en Dulcinium. Seguramente no lo estuvo, pero la existencia de esta leyenda rescatada por Ángela Rodicio ofrece una idea de trascendencia de un escritor como Cervantes a quien la salen pretendientes a lo largo y ancho del mundo. Por supuesto, esta leyenda hace que la visita a Dulcinium merezca la pena. 

«Dulcinea es su grito de protesta. La rebelión de Cervantes de aquella España a años luz de las composiciones renacentistas de las que había bebido en sus años de sueños, de estudios, de sed de aventuras y gloria […] Su Dulcinea del Toboso como antítesis de la doncella adornada con todos los atributos de la belleza, delicada y rica que había amado en sus tiempos de cautiverio en Dulcinium. Cuando se puede entender que la locura sea preferible a la cordura. ¿Qué podría ser más cuerdo para él que aquella locura? Su Quijote se convierte en la mayor rebelión que un anciano puede concebir contra los sueños rotos de la juventud». 





jueves, 29 de mayo de 2025

"Sancho Panza el idealista", de Pere Foix


Qué duda cabe que sin el personaje de Sacho Panza, ni don Quijote ni la novela de Cervantes habrían llegado tan lejos. Don Quijote no se concibe sin Sancho Panza, como no se concibe a Sherlock Holmes sin el doctor Watson o a Frodo Bolsón sin Sam Gamyi. Son los  personajes que equilibran al protagonista, su contrapunto y su complemento. 

Sancho Panza representa el sentido común y los pies en la tierra frente al idealismo desbocado de don Quijote. No obstante, en Sancho Panza el idealista, Pere Foix profundiza en la idea de Unamuno de que a lo largo de la novela Sancho se quijotiza y llega a ser tan idealista como su andante caballero. Defiende que el labriego manchego no es el avaro pragmático que muchos señalan, sino que se contagia del espíritu de don Quijote.

Sancho es personaje de pensamiento agudo y aunque don Quijote le censura la cantidad de refranes que utiliza, no hay duda de que algunos son propios del mismísimo Marco Aurelio, como este que dice: «En donde reina la envidia no puede vivir la virtud, ni donde hay escasez la libertad». 

Escribe Pere Foix  que «el barbero Maese Nicolás, el bachiller Sansón Carrasco, el cura Pere Pérez, junto a los duques y a Antonio Moreno, son los que podríamos llamar los malos de la historia. Que igual queman libros, que hacen burla de don Quijote y Sancho. A Sancho le consideran tan loco como al propio don Quijote». El autor integra en su análisis el mundo de la política cuando señala que «siempre que surge, a través de la historia de un país cualquiera, un hombre con pretensión de redimir a sus semejantes, se alborotan los curas, los bachilleres, los duques y los ricachos. Porque entienden que solamente a ellos les es dado sacar provecho del trabajo y desvelo común, que a todos ha de pertenecer, solo ha de ser gastado por estos barbianes que se insolentan y piden a grito la degollina de todos los Quijotes y Sanchos, que tan malos ejemplos dan con sus irredentas salidas, yendo en busca de aventuras a fin de enderezar entuertos y velar para que la justicia reine en la Tierra y triunfe en elle la libertad». 

Continúa Pere Foix ensalzando las virtudes de Sancho cuando lo envían a gobernar Barataria: «El burlador sale burlado ante la sensatez del buen Sancho, del Sancho discreto que sabe dar lecciones a bachilleres y licenciados, por la destreza y honra con la que gobierna la ínsula durante sus diez memorables días». Para Pere Foix, «lo bueno del loco de Sancho es que nunca pierde los estribos; siempre sabe lo que dice, lo que hace y a dónde va. Aun en los momentos de más locura sabe razonar discretamente». «Cada día te vas haciendo menos simple y más discreto», le dice don Quijote, a lo que Sancho responde: «algo se me ha de pegar de la discreción de vuestra merced». 

En las páginas finales se dirige al propio Sancho para decirle:  «De ser tenidos en cuenta tus sabios consejos en esta humanidad quejumbrosa, nuestras inquietudes respecto a la felicidad universal no existirían y en la Tierra no habría dictadores, falsos sacerdotes, corrupciones, ociosidad, maldicentes lenguas, esquivez y pobreza».

Es evidente que Sancho es el modelo humano para Pere Foix, al que utiliza para hacer crítica de la época que le ha tocado vivir. En su biografía está la clave para entender mejor el libro, porque el autor de estas páginas fue un idealista que durante toda su vida luchó contra las injusticias, como don Quijote y Sancho Panza, y también sufrió las persecuciones de curas, duques y ricachos.

Pere Foix nació en 1893 en un pueblo catalán. De joven se afilió al sindicato CNT y comenzó a defender los ideales anarquistas. Fue amigo de los líderes cenetistas Salvador Seguí o Ángel Pestaña. Pere Foix se exilió en Francia tras el golpe de Primo de Rivera en 1923 y tras su regreso pasó varias veces por la cárcel. Durante la Segunda República trabajó en la oficina de prensa de la recién restaurada Generalitat. Se salvó de las degollinas contra Quijotes y Sanchos de la guerra civil y volvió al exilio en 1939, primero en Francia, después en México. En este último país fue bien acogido por el gobierno de Lázaro Cárdenas, como lo fueron otros tantos intelectuales republicanos. Aquí desarrolló su labor como escritor publicando biografías de grandes personajes mexicanos como Benito Juárez, Pancho Villa o el propio Lázaro Cárdenas.También publicó Sancho el idealista en 1947, como homenaje a Cervantes en el cuarto centenario de su nacimiento. 

El escritor mexicano Alfonso Reyes alabó este librito de 64 páginas que sería reeditado y publicado de nuevo en 1972 por Editores Mexicanos Unidos. Esta edición, con la fantástica portada de Alejandro Dimas, es la del Cervantario. 

Pere Foix tuvo la fortuna que no tuvieron otros exiliados españoles. Vivió para ver el final de la dictadura franquista. Regresó a Barcelona en 1977 donde fallecería un año después. 

«¡Ojalá todos los mortales fuéramos como Sancho Panza el bueno, el leal, el abnegado servidor de su señor!», exclama Pere Foix.



lunes, 26 de mayo de 2025

"El escudero de Cervantes y el caso del poema cifrado", de Manuel Berriatúa

El escudero de Cervantes y el caso del poema cifrado, de Manuel Berriatúa, tiene el mérito de haber sido galardonada con el Premio Círculo de Lectores de Novela en 2014. Se trata de una obra que destila cervantismo y literatura por los cuatro costados.

La novela se estructura en varios tiempos narrativos y está narrada por distintas voces. Por un lado, un acaudalado lector se sumerge en un tratado del siglo XVI titulado Manual de remedios medicinales, atribuido a un tal Fray Sebastián. Lo que parece un simple volumen antiguo, esconde una sorpresa: en las páginas en blanco de los errores de imprenta, un joven llamado Andrés relata los sucesos más importantes de su corta vida, entre ellos, su experiencia como escudero de un Comisario Real de Abastos llamado... Miguel de Cervantes.

En paralelo, aparece la narración en primera persona de Miguel Saavedra, el protagonista principal. Saavedra es un profesor de literatura en un instituto madrileño, hedonista, algo esnob y pedante, que ronda los cincuenta años. Está divorciado de Mariví, no tiene hijos y se entrega con entusiasmo al disfrute de la buena vida: la gastronomía (es todo un gourmet), la música (siente especial fascinación por los tangos) y, por supuesto, la literatura, siendo además un estudioso apasionado de la vida y la obra de su ilustre tocayo.

El personaje de Miguel representa un cliché entrañable, un tipo castizo y campechano de pura cepa que no tiene desperdicio, al igual que Mariví, su exmujer, con quien revive viejas pasiones hasta el punto de dejarse caer por casa de sus exsuegros para disfrutar de alguna que otra comilona. Al final, muy al final, ambos se ganan la simpatía del lector, que incluso acaba deseando su reconciliación y un feliz " y comieron perdices".

La trama se activa cuando el caprichoso millonario decide ir tras un tesoro —unas monedas de oro— siguiendo las pistas que ofrece el manuscrito vinculado a Cervantes, el mismo que precisamente investiga Miguel. En medio de esta búsqueda aparece Minako, una misteriosa y exótica estudiante japonesa-californiana, que lanza un dardo amoroso directo al corazón del profesor. Ella se convierte en su particular Dulcinea, pese a las advertencias de Mariví y de los amigos de Miguel, que sospechan que no es trigo limpio.

Entre vinos y tapas, tangos y literatura, amores y paseos por el madrileño Barrio de las Letras, la trama avanza lentamente, desapareciendo a veces como el Guadiana, hasta llegar a un desenlace digno de la mejor teleserie. Y aunque el Miguel de esta novela tenga más del Saavedra que del Cervantes, El escudero de Cervantes y el caso del poema cifrado se ha ganado un lugar en este humilde Cervantario.



miércoles, 14 de mayo de 2025

"Cervantes: La ensoñación del genio", de Miguel Gómez Andrea, GOL

Cervantes: La ensoñación del genio, de Miguel Gómez Andrea, conocido como GOL, es una novela gráfica que reconstruye seis momentos clave en la vida de Miguel de Cervantes. Comienza cuando un narrador sube al escenario de un corral de comedias del Siglo de Oro para presentar la obra de la vida del autor del Quijote en seis actos. Los actores que pisan las tablas encarnan a los personajes más importantes en la vida de Cervantes, tanto reales como ficticios. Con estas pinceladas el lector puede hacerse una idea bastante completa de la trayectoria vital del genio alcalaíno. 

El primer acto comienza cuando el joven Miguel cuenta al padre y a su hermana Andrea el duelo en el que sale malparado Antonio de Sigura. Juntos toman la decisión de que se marche a Italia para no caer en manos de la justicia real. Continúa con el cautiverio en Argel tras la batalla de Lepanto, estando custodiado por el gobernador Hassan Bajá, con la más que oportuna aparición de Zoraida para salvarlo de una ejecución segura tras varios intentos de fuga. Le sigue el momento en el que decide sentar la cabeza en el pueblo toledano de Esquivias contrayendo matrimonio con la joven Catalina de Salazar a pesar de las habladurías.

El cuarto acto se desarrolla en la cárcel, con la cueva de Medrano como escenario, en la que recibe la visita de las musas para crear a don Quijote a partir de la figura de un familiar de su esposa Catalina. En el quinto acto aparece viviendo en Valladolid en 1605, junto a su esposa, sus dos hermanas, su sobrina y su hija, con el trasfondo de la muerte de Gaspar de Ezpeleta en la puerta de su casa, que a punto está de causarle otro percance con la justicia. Este hecho se solapa con la alegría de haber publicado El ingenioso hidalgo don  Quijote de la Mancha. El acto final muestra a un envejecido pero activo Miguel de Cervantes recibiendo la noticia de la aparición del Quijote de Avellaneda de boca del propio don Quijote, que se queja amargamente del trato recibido por el impostor. Poco después entrega la segunda parte al impresor Robles a quien presenta las quejas por lo mal que lo ha tratado con los dineros a pesar del éxito obtenido por sus obras. En el epílogo se representa la emotiva despedida de Cervantes escribiendo el prólogo del Persiles, y su fallecimiento unos días después, el 22 de abril de 1616. Al día siguiente sería enterrado en la iglesia del convento de las Trinitarias de Madrid. 

Los diálogos de la novela gráfica son ingeniosos sin ser forzados, muchos de ellos extraídos del propio Quijote e insertados con naturalidad en las viñetas. Cada acto tiene su cadencia y su ritmo, y presenta un desenlace bien logrado. El autor, con un dibujo realista, a veces detallista, logra reconstruir toda una época a través de trajes, objetos e interiores en los que se desarrolla cada escena. Los personajes son muy expresivos, con un Cervantes más humano, lejos de cualquier intento idealizador, que recoge los momentos más difíciles: la huida, Argel y el encarcelamiento; pero también los más felices: su boda, su parto literario y la vida con sus mujeres en Valladolid. 

Los colores tienen una función importante en el desarrollo de la obra. Así, en la cárcel, donde Cervantes recibe el fogonazo de las musas con la visita de sus dos ínclitos personajes, utiliza el blanco y negro para reflejar el mundo imaginario. Sin embargo, muchos años después, tras publicar la segunda parte del Quijote, el mundo se da la vuelta y la realidad se torna en blanco y negro, mientras que la visita de Sancho y don Quijote adquiere color. La imaginación convertida en realidad. La discreta locura de Cervantes, con don Quijote y Sancho como personajes tan reales como su esposa, sus hermanas o el impresor, con un Cervantes metamorfoseado en don Quijote. 

Cervantes: La ensoñación de un genio, de Miguel Gómez Andrea, ofrece una manera más que entretenida y original de acercarse a la figura de Cervantes, lo que le otorga un puesto de honor es este Cervantario. 



                    Muestra de la obra                               
   Acto1. Con su padre y su hermana


Acto 2. Cautiverio en Argel 


Acto 3. Matrimonio en Esquivias


                  Acto 4. Fogonazo en prisión                                                                   


Acto 5. Con sus mujeres en Valladollid


Acto 6. Avellaneda y la segunda parte


Epílogo: La despedida de Cervantes


lunes, 14 de abril de 2025

"El Quijote" de la RAE en el cuarto centenario




El pasado 16 de enero, el Quijote cumplió 420 años. No recuerdas que se celebrara evento alguno para conmemorar la efeméride, probablemente lo hubo porque con el Quijote siempre hay. Aunque es difícil que se repitan los fastos del cuarto centenario, en el año 2005. Te acuerdas de la cantidad apabullante de actuaciones que se realizaron. Por supuesto, en La Mancha se tiró la casa por la ventana, que no se diga. Hubo actividades, conferencias, exposiciones, cursos, documentales, programas de radio y televisión, representaciones teatrales, publicaciones de libros y artículos en prensa y revistas, relacionados todos con el inmortal hidalgo. Una mina de oro para el Cervantario. 

Ese año apareció don Quijote por los cuatro puntos cardinales. Puede que incluso el vecino del quinto se leyera el libro. Hasta Cervantes salió de su tumba para pedir a grito que lo dejaran descansar de una vez, aunque sólo lo escuchó Forges que se hizo eco en una de sus viñetas de la explotación a que se vieron sometidos autor y personajes. Terminó el año del centenario y don Quijote y Sancho volvieron a su cotidiana existencia, lejos de los focos y del mundanal ruido. 

Un recuerdo de ese cuatricentenario es este ejemplar del Quijote que te regaló Esther el 26 de noviembre de 2004. Hace más de veinte años que el libro está en tu poder. Se trata del ejemplar que más has leído y subrayado, el que más ha viajado y el que suele estar fuera de la estantería, siempre cerca. 

Esta edición de la RAE es una edición en tapa dura, manejable, de hoja fina, que contiene las dos partes. Es una edición estupenda, cómoda y popular, prologada y comentada por grandes escritores y cervantistas del momento como Mario Vargas Llosa, Francisco Ayala, Martín de Riquer o Francisco Rico. El aparato crítico está a cargo de este último, uno de los mayores cervantistas, convertido en personaje literario por sus colegas y amigos Javier Marías y Arturo Pérez Reverte. Francisco Rico murió el mes de abril de 2024. Mario Vargas LLosa falleció ayer, día 13 de abril en Lima. Seguro que ambos pensaban que no hay mejor homenaje para un libro que leerlo.

Esta edición de la RAE se abre con el artículo de Vargas Llosa titulado "Una novela para el siglo XXI", una breve y lúcida interpretación del Quijote
El escritor de Arequipa escribe:

«El sueño que convierte a Alonso Quijano en don Quijote de la Mancha no consiste en reactualizar el pasado, sino en algo todavía más ambicioso: realizar el mito, transformar la ficción en historia vivida [...]
El gran tema de Don Quijote de la Mancha es la ficción, su razón de ser, y la manera como ella, al infiltrarse en la vida, la va moldeando, transformando [...]

Al mismo tiempo que una novela sobre la ficción, el Quijote es un canto a la libertad. Conviene detenerse un momento a reflexionar en la famosísima frase de don Quijote a Sancho Panza: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombre dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres" [...]

Esa pareja inmortal sigue cabalgando sin tregua ni desánimo. En la Mancha, en Aragón, en Cataluña, en Europa, en América, en el mundo. Ahí están todavía, llueva, ruja el trueno, queme el sol, o destellen las estrellas en al gran silencio de la noche polar, o en el desierto, o en la maraña de las selvas, discutiendo, viendo y entendiendo cosas distintas en todo lo que encuentran y escuchan pero, pese a disentir tanto, necesitándose cada vez más, indisolublemente unidos en esa alianza que es la del sueño y la vigilia, lo real y lo ideal, la vida y la muerte, el espíritu y la carne, la ficción y la vida».



 

jueves, 10 de abril de 2025

"La noche en que Frankenstein leyó el Quijote", de Santiago Posteguillo


Santiago Posteguillo es uno de los grandes escritores de hoy en día, elogiado por críticos, historiadores y por lectores de toda edad y condición, que devoran sus extraordinarios y voluminosos libros. Sus novelas sobre grandes personajes de la antigüedad lo han situado en el terreno de de novela histórica, con las memorables sagas dedicadas a Escipión “El Africano”, al emperador Trajano, a la emperatriz Julia Domna, o al mismísimo Julio César. 

Santiago Posteguillo es también conocido, tal vez menos, por su faceta de gran lector y apasionado de los libros, con tres obras publicadas sobre el mundo librario. La primera lleva por título La noche que Frankenstein leyó el Quijote (2012). El subtítulo,”La vida secreta de los libros”, deja a las claras hacia dónde apunta el autor, que escribe en el prólogo: «Este es un pequeño gran viaje que pretende mostrar al lector aquello que se esconde detrás de los libros: los autores, sus vidas, sus caprichos, ya también aquello que hay detrás de los libros como objeto». 

La noche que Frankenstein leyó el Quijote está compuesto por veinticuatro relatos cortos en los que el autor ficciona momentos clave de la historia de la literatura, como en su día hiciera Stefan Zweig en su célebre Momentos estelares de la humanidad. Lo hace siguiendo un orden cronológico, desde la antigüedad hasta nuestros días, y con una ilustración al inicio de cada capítulo. En este periplo narra desde el origen del orden alfabético en los libros que inventó Zenodoto para ordenar la inmensa y mítica biblioteca de Alejandría, hasta cómo una niña de ocho años llamada Alice Newton fue la responsable de que se publicara  a principios del siglo veintiuno una novela absolutamente genial titulada Harry Potter y la piedra filosofal

Entre sendos acontecimientos literarios el autor se sumerge en un fascinante viaje por el mundo de los libros. Navega por el origen vikingo de Dublín, de lejos la ciudad con más premios Nobel de Literatura. Aventura con el nombre del anónimo autor del  Lazarillo de Tormes, quien se ocultó con tanta astucia de la Inquisición que aún hoy en día no se conoce con certeza su identidad. Recoge el guante de una atractiva teoría que defiende que las obras de Shakespeare, en realidad fueron escritas por Christopher Marlowe, quien no murió cuando dicen que murió, sino que siguió viviendo, y viajando y escribiendo y publicando, pero con sus obras firmadas por un actor llamado William Shakespeare. Transita por la publicación de la extraordinaria Orgullo y prejuicio que una portentosa Jane Austen escribió tan sólo con veintiún años, la cual fue rechazada por los editores Cadwell y publicada por Thomas Egerton muchos años después tras el éxito de Sentido y sensibilidad

Santiago Posteguillo lamenta cómo Benito Pérez Galdós y Àngel Guimerà se quedaron sin el merecido el Nobel de Literatura (¿quién recuerda a José Echegaray?) por las mezquinas luchas políticas en la España de su tiempo. Sobrevuela las trincheras de la Gran Guerra y muestra cómo Raymond Chandler sobrevivió para poder escribir obras maestras como El sueño eterno o Adiós, muñeca. Denuncia cómo la temible Gestapo se quedó con treinta cartas y veinte cuadernos de Franz Kafka, hoy desaparecidos, tras la detención de su amiga Dora Diamant. O se acerca a la publicación de El señor de los anillos y a cómo el gran J.R.R. Tolkien se armó de paciencia para conseguir cobrar a la editorial estadounidense, que con una caradura tan grande como la luna lo había publicado libre de derechos de autor en los años sesenta. 

Pero las dos historias que hacen que este libro forme parte del Cervantario, amén de su maravillosa portada,  son las tituladas La prisión y La noche que Frankenstein leyó el Quijote, que da nombre al libro. 

La prisión narra el momento en el que Cervantes entra preso a la cárcel de Sevilla en el año 1597 acusado de un desfalco tras la quiebra del banco en el que depositaba el dinero de la recaudación. Desde la cárcel escribe una carta al rey para denunciar el procedimiento arbitrario del que es víctima. Pero las cosas de palacio van despacio.

«El rey era hombre ocupado y tardaría primero en leer su carta y luego en reaccionar. Nuestro preso de armó de la paciencia infinita del soldado en las largas campañas de guerra y, al fin, una mañana, pidió de nuevo recado de escribir.

—¿Más cartas al rey?—le preguntó con sorna el preso viejo.

    —No. El rey responderá. Hay que darle tiempo. Entretanto escribiré. Poca cosa más se puede hacer aquí. […] 

El preso nuevo llevaba días con una idea en la cabeza, con una historia de esas de… novela. Tenía que distraerse o se volvería loco.

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”, empezó con decisión, y con decisión siguió un par de horas. Hasta que se le acabó la tinta y el sol dejó de iluminar bien».

La respuesta del rey tardaría dos meses en llegar y conminaba al juez Vallejo a dejar en libertad al preso, aunque no se sabe con certeza si el miserable juez hizo caso al rey, o por el contrario retuvo con artimañas legales a Cervantes unos meses más en la cárcel sevillana.

Este bien podría haber sido el origen del Quijote, aunque los biógrafos no se hayan puesto de acuerdo sobre si esto fue así o en la cárcel tuvo la genial idea que pondría sobre el papel después de salir. Incluso existe otra teoría, más legendaria que bien documentada, que defiende que Cervantes comenzó a escribir su Quijote en la cueva-prisión de Medrano, en la localidad manchega de Argamasilla de Alba. Sus habitantes tienen claro que este es el lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiere acordarse el narrador del Quijote. En cualquier caso, Santiago Posteguillo muestra cómo podría haber sido el origen de todo, al tiempo que se queja amargamente de que hoy tengamos tan presente a Miguel de Cervantes, «pero aquel 1597 lo metimos en la cárcel. Así somos», escribe. 

Por su parte, La noche que Frankenstein leyó el Quijote recrea el momento en que un grupo de ingleses, jóvenes y románticos, decidieron pasar una temporada en los Alpes suizos. El grupo estaba formado por el poeta Lord Byron, el matrimonio Percy y Mary Shelley, por John William Polidori, autor de El vampiro, y por Claire Clairmont, amante de Byron. 

Para matar el tiempo en aquel bucólico paisaje, se propusieron el desafío de escribir el relato más terrorífico. Mary Shelley se afanó en su trabajo más que sus compañeros. Por las noches Percy les leía en voz alta el Quijote frente al fuego. La lectura duró exactamente un mes, del siete de octubre al siete de noviembre de 1816, al tiempo que Mary Shelley escribía una de las obras clave de la literatura universal. La titularía Frankenstein o el moderno Prometeo

Mary Shelly se enamoró perdidamente del Quijote, tanto que aprendería español para leerlo y releerlo. No cabe duda que aquella lectura en voz alta de su marido influyó en su Frankenstein en varios aspectos, como en los múltiples narradores que utiliza, o en la adaptación de la historia del cautivo a su novela. Incluso Mary Shelley escribió con gran acierto la semblanza de grandes autores españoles (también portugueses e italianos), entre los que estaban Cervantes, Lope de Vega, Calderón o Garcilaso de la Vega. 

Santiago Posteguillo termina el relato con estas palabras: «Si Mary Shelley aprendió español para poder no ya leer, sino degustar el Quijote, ¿No deberíamos todos los que ya tenemos la fortuna de saber español encontrar algún momento de nuestra vida para zambullirnos, aunque sea solo un rato, en alguno de los maravillosos relatos que pueblan la irrepetible historia del maravilloso Don Quijote? Y pronto, antes de que los programas informáticos decidan que ya no debemos leerlo; o, para ser más justo, antes de que quienes programan los programas informáticos decidan que ya no debemos leerlo».



martes, 8 de abril de 2025

"Misión Cervantes", de Brad Thor

Hoy el Cervantario aborda el tema de cómo cocinar un superventas con la receta del bestseller made in USA, a saber: se necesita un protagonista blanco y carismático, una compañera atractiva y discreta, una revelación capaz de cambiar el rumbo de la historia, un villano extremista, a ser posible ruso o árabe o chino, varios acertijos, códigos y extraños artefactos, escenarios exóticos y lugares cargados de historia, un ritmo rápido, con mucho diálogo y capítulos cortos, y un tema que genere controversia. Todo esto se cocina en menos de lo que canta un gallo, añadiendo un misterio inicial, con unos personajes a los que se les acaba el tiempo, con la alternancia de puntos de vista entre el protagonista y su antagonista para que parezca que el malo siempre está pisando los talones, con giros y revelaciones en cada capítulo y con un final impactante y verosímil. 

Esta es la receta que utilizó Dan Brown en 2003 para escribir El código da Vinci. Recuerdas el escándalo que generó entonces, con la Iglesia católica haciéndole el juego al autor y a las editoriales, incomprensiblemente tomando ficción por realidad (¿realidad católica?), con sesudas publicaciones que rebatían cada dato aparecido en la novela de Dan Brown, que al fin y al cabo era una obra de ficción y no un ensayo histórico erudito y documentado, retroalimentando así El código da Vinci hasta convertirla en la novela más vendida del siglo veintiuno. 

No la leíste entonces aunque lo harías años después, cuando la tormenta había pasado. La novela era de consumo rápido y además dejaba la sensación de que estabas aprendiendo algo. Era una fast food literaria. Ni qué decir tiene que sería el modelo de otras muchas novelas como es el caso de Misión Cervantes, de Brad Thor. Son dos novelas idénticas, cortadas por el mismo patrón, con los mismo ingredientes y las misma preparación, aunque a Brad Thor no le salió tan jugosa, económicamente hablando, como a Dan Brown. 

Cabe señalar que si este libro está en el Cervantario es únicamente por el título. Con cierto (desa)tino, la editorial española cambió el título para atrapar a incautos como el que esto suscribe. El original es The last patriot, título más adecuado habida cuenta del contenido. La novela se publicó en inglés 2008 y la tradujo al castellano Ricardo García Pérez para la editorial Martínez Roca, perteneciente a Planeta, que la publicaría en 2013. Misión Cervantes era una perfecta desconocida hasta que no hace mucho la encontraste polvorienta en un estante de la librería La Mandrágora. 

La obra se sitúa en el contexto de la guerra antiterrorista de EEUU contra Al-Qaeda-Afganistán-Irak-Irán-etcétera, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Un investigador descubre un secreto que puede dar un vuelco a la doctrina islámica. Por supuesto, hay musulmanes muy poderosos dispuestos a todo para que esto no salga a la luz. Casualmente, una pareja de exagentes de los cuerpos especiales de la Marina estadounidense se ven envueltos en el asunto cuando un asesino a sueldo trata de acabar con el investigador con una bomba en una calle de París. Los exagentes, que pasaban por allí, le salvan la vida. El asesino se llama Dodd, el investigador Nichols, la chica Tracy (a la que el autor aparta por un dolor de cabeza) y el héroe, alto y guapo y fuerte se llama Harvarth, protagonista asimismo de otras novelas de Brad Thor. Por si fuera poco, también están metidos en el asunto la CIA, el FBI, un poderoso jeque árabe y hasta el presidente de los Estados Unidos. 

El núcleo de la trama es muy rocambolesco. El investigador encuentra un precedente histórico en la lucha de EEUU contra el fundamentalismo islámico a principios del siglo XIX, siendo Thomas Jefferson Presidente de los EEUU (1801-1809). «Jefferson estaba convencido de que, algún día, el islam volvería y plantearía una amenaza aún mayor para los Estados Unidos», dice el investigador, quien echa mano de un acontecimiento poco conocido, la Guerra de Trípoli (1801-1805), que enfrentó a Estados Unidos con «las naciones islámicas de Trípoli, Túnez, Marruecos y Argelia, que constituían una amenaza peligrosa para la república norteamericana […] pues los piratas musulmanes eran el terror del Mediterráneo y de una franja del Atlántico norte en el siglo XVIII» (sic), debido a que atacaban a todo barco no musulmán para secuestrar a sus tripulantes. Jefferson, harto de pagar tanto rescate les declara la guerra. 

Aquí es donde entra en juego nuestro Cervantes y su Quijote. Jefferson, que era una persona culta y viajada, al parecer aprendió castellano exclusivamente para leer el Quijote «pues era esencial para conocer al enemigo musulmán» (sic!). Según Brad Thor, Jefferson pensaba que la clave estaba en la historia del cautivo del Quijote en la que Cervantes utiliza elementos autobiográficos de su cautiverio en Argel, pues «a Cervantes se le ocurrió la idea del Quijote mientras sufría cautiverio en una prisión bereber» (¡sic!). 

Estás a punto de desmayarte cuando Brad Thor da otra vuelta de tuerca, pues Jefferson, a la mitad de la lectura del Quijote, descubre un «criptograma ingeniosamente oculto» que obviamente logra descifrar, para eso es un tipo culto y viajado. Se trata un mensaje sobre la última revelación de la vida de Mahoma, omitida en el Corán, que bien podría cambiar el mundo islámico (¿Qué iba a cambiar la verdad revelada en El código da Vinci?) Así pues, se trata de encontrar ese mensaje que estaría en la edición que tenía Jefferson del Quijote, nada menos que una primera edición en la que dejó las notas del dichoso mensaje. 

¿Y cómo llegó esta revelación al Quijote? Rizando el rizo, aparece la figura de Al-Jazari, científico árabe del medievo que inventó un aparato para ocultar ese mensaje sobre la vida del profeta, el cual encontraría Cervantes (¡quinientos años después!) durante su cautiverio en Argel, para insertarlo cifrado en su Quijote. Ahora sí que te desmayas. Tras la recuperación llegas al final de Misión Cervantes desfondado y sin aliento, aunque feliz por haber terminado esta disparatada historia que no la arreglaría ni un encantamiento del sabio Frestón. 

No hay duda del trasfondo ideológico de la novela y del autor, situado en las posiciones más conservadoras del llamado choque de civilizaciones. Tampoco cabe duda de que The last patriot es un burdo artefacto propagandístico, tan obvio que produce sonrojo. No te extrañaría que muchos magos de hoy en día la tuviesen como libro de cabecera. Tampoco te sorprende leer que esta es la novela más polémica de Brad Thor por cuanto muchos la consideran una novela antiislamista. Incluso algunos comentaristas, con evidente cálculo comercial, lo han llegado a comparar nada menos que con Salman Rushdie (!), verdadero escritor, autor por cierto de un Quijote, amenazado de muerte por Irán e islamistas radicales desde 1989 por publicar la novela titulada Los versos satánicos.   

Dejas aquí la Misión Cervantes, cansado de tanta fast food y de tanta impostura histórica.