Siguiendo estos contundentes razonamientos, señala Peradejordi que «el libro es un intento desesperado de comunicar in extremis una sabiduría condenada a desaparecer», y que «Cervantes tiene que hablar en clave si no quiere ser tildado de judaizante», es decir, que un Cervantes clandestino descendiente de judeoconversos escribió el Quijote en clave para transmitir un mensaje oculto que solo podía ser descifrado a la luz de la Cábala. «Considero que el texto de El Quijote es la excusa para decir lo que no puede ser dicho y que Cervantes nos ofrece suficientes pistas para que le leamos con otros ojos».
Eso se propone Julio Peradejordi en esta obra, desentrañar el mensaje oculto del Quijote, aunque se centra solamente en algunos refranes y en algunas expresiones que aparecen en la obra. Por ejemplo, llega a afirmar que los errores que han señalado muchos cervantistas en el Quijote no son tales, «sino guiños que brinda al lector atento y conocedor de la Cábala». Los rocambolescos argumentos que defiende el autor para justificar estas afirmaciones son del tipo «cuando Sancho habla de “el cris del sol y de la luna”, no se refiere al eclipse, como dice don Quijote en la frase siguiente, sino al crisol de los alquimistas» (sic).
Con estos mimbres cabalísticos, el autor aborda las hipótesis sobre el nombre y la patria de don Quijote, y sobre algunos refranes que aparecen en la obra (y, sorpresa, también que no aparecen). Sobre la patria realiza otra de esas afirmaciones antológicas de las que está plagado el libro. Señala que Cervantes eligió La Mancha porque «resultaba ideal para alguien que está “manchado”, o sea alguien cuya “sangre no está limpia”, es decir que no es un “cristiano viejo”» (sic).
Y así todo el libro, que seguramente solo podrán disfrutar aquellos lectores acostumbrados a leer a la luz de la Cábala, lo que no es tu caso. No obstante, de tu lectura forzosamente oblicua y poco iluminada, extraes la conclusión, seguramente equivocada, de que quien busca cinco pies al gato, acaba encontrándoselos, y que quien mucho escudriña, mucho se imagina.
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