Tiempo después, en agosto de 2006, viajaste al País Vasco por vez primera, aprovechando que cuatro meses antes, el 22 de marzo, la banda terrorista ETA anunciaba un “alto el fuego permanente”. Con esta aparente tranquilidad (la tregua la rompería ETA en diciembre de ese mismo año con un atentado en la T4 de Barajas) visitaste pueblos de la costa vasca, lugares históricos bien bonitos y bien cuidados y bien limpios y repletos de turistas (guiris y maketos) que aprovechaban la falsa tregua para visitar tierras vascas.
Te fascinaba la idea de que en la Isla de los Faisanes de Hondarribia hubiese estado Velázquez en su último año de vida trabajando en los preparativos de la Paz de los Pirineos; o que en Lekeitio estuviese veraneando Isabel II cuando estalló en 1868 la Revolución Gloriosa que la dejaría sin trono; o que en el pueblecito de Guetaria naciera Juan Sebastián Elcano, que tenía una estatua, qué menos, aunque no sus restos, que descansan para la eternidad en el fondo del Océano Pacífico, donde le llegó su hora en el segundo intento por circunnavegar el planeta (segundas partes nunca fueron buenas).
La parada en San Sebastián fue de lo mejor del viaje. La primera sorpresa fue encontrar un espléndido monumento de don Quijote y Sancho al inicio de la no menos espléndida playa de la Concha, que no dejaste de mirar y de fotografiar (monumento y playa). Después te adentraste en la Parte Vieja para disfrutar del espectáculo de sus callejas empedradas y de sus vetustos edificios, testigos mudos de la época en que veranear era sinónimo de San Sebastián, con la real familia borbona y toda su corte dando lustre y pompa a la ciudad. En una librería de la Parte Vieja te hiciste con los dos tomazos de Don Kijote Mantxa’ko, el Quijote vasco.
Mucho tiempo atrás, el 8 de enero de 1977, una semana antes de tu llegada al mundo, publicaba El País la noticia de que por fin el Quijote se había traducido al euskera. Semejante gesta corrió a cargo del sacerdote guipuzcoano Pedro Berrondo Lasarte (1919-2002). Hasta entonces solo se había traducido el capítulo en el que don Quijote se enfrenta al vizcaíno, que seguramente es el que más veces había leído Anasagasti.
Pedro Berrondo lo tituló en euskera Don Kijote Mantxa’ko. Fue publicado en San Sebastián por el editor José Estornés Lasa en dos tomos (la primera parte en 1976, la segunda en 1985), y sería reeditado en 2005 por el Ministerio de Cultura y la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Este último es el que forma parte del Cervantario, en una edición en tapa dura con unas portadas absolutamente geniales.
«Aurrera denok batera», decía tu amigo Fermín Aristu mientras caminabais por las calles de Donosti con el Kijote Mantxa´ko en la mochila.
El Kijote Mantxa’co comienza así:
« Mantxa-aldeko erri kokkor batean, bere izenik ez nuke gogoratu nai, bizi zan denbora asko ez dala etxeko-seme bat: lantza altxa-tokian, adarga zaar, zaldi igar ta erbi-zakur dun oietakoa. Bere ondasuna, lauttik iru ontantxe zi joakion: eguneroko eltzekoa, beikia oparago airikia baño, zezinkia ta giaroa, zartagiko lodia larunbat oro, lentejak ostiralean, eta usakumearen bat igandetako goxagarri».
No hay comentarios:
Publicar un comentario