viernes, 29 de noviembre de 2024

"Miguel de Cervantes Saavedra", de Gregorio Mayáns y Síscar



La biografía de Miguel de Cervantes de Gregorio Mayáns y
 Síscar fue la primera dedicada al autor del Quijote. Habían pasado 120 años desde su muerte. Fue redactada en 1737, en tiempos del Felipe V, a petición de un inglés, el Barón de Carteret, para incluirla como prólogo a una edición del Quijote que pretendía imprimir en Londres. Mayans, a la sazón bibliotecario real, era una de las plumas destacadas de la España de la época, a decir del propio Barón de Carteret. 

Es asombroso que en aquellos tiempos de la primera mitad del Siglo de las Luces hubiese lumbreras en Francia que consideraran el Quijote de Avellaneda superior al de Cervantes. Más asombroso aún es que esa tendencia llegase a la desnortada España de los primeros borbones. Si venía de la France sería cierto. Tendrían que ser los ingleses, paradojas de la historia, los que dieran la vuelta a semejante desatino. Poco antes habían hecho una peineta a franceses y españoles instalándose en Gibraltar y en Menorca. No obstante, a ellos habría que agradecer la primera biografía cervantina y que colocaran al Quijote de Cervantes en el lugar que le correspondía, esto es, en la cima. Había vida en España más allá de la leyenda negra. 

En esta breve biografía, Mayáns aborda episodios clave y de sobra conocidos de la vida del escritor, como su participación en la batalla de Lepanto, su cautiverio en Argel y su posterior dedicación a la literatura. Lo hace a través de los datos extraídos de los propios textos de Cervantes, dándolos por ciertos y verídicos y extrayendo conclusiones a veces erróneas, como que nació en Madrid en 1549. El disparo no dio en el blanco pero tampoco se fue muy lejos. Aunque la obra tiene un valor histórico por ser pionera, su contenido tiene inexactitudes y lagunas. A pesar de todo, refleja la importancia creciente del autor del Quijote en el siglo XVIII. Y, por supuesto, la obra de Mayáns sentó las bases de investigaciones más completas sobre su vida y obra en los siglos posteriores.



martes, 19 de noviembre de 2024

"Don Kisot," el Quijote turco, traducido por Reçat Nuri Güntekin




Tu primer Quijote viajero procede de la maravillosa ciudad de Estambul. Recuerdas recorrer junto a Esther las estrechas y tortuosas callejuelas del barrio de Sultanhamet hasta encontrar el preciado tesoro. En agosto de 2004 todavía no llevabais encima un smartphone con el maps y el traductor de Google, por lo que la búsqueda del Quijote turco, plano de Estambul en mano, tenía un halo de aventura exótica propia de una película de Indiana Jones. Por supuesto, lograsteis vuestro cometido, sin látigo ni sombrero.

El librero que te lo vendió frisaba los cincuenta, era alto y tenía una nariz aguileña sobre la que descansaban unos pequeños anteojos. Con una chilaba gris a rayas, parecía salido de un cómic de Tintín. Era un tipo simpático que chapurreaba castellano. Dijo haber leído los clásicos del siglo de oro. Su favorito era Quevedo. “Poderoso caballero es don dinero…”, recitó con una sonrisa antes de mostrarte el precio del Don Kisot. Pagaste quince millones de liras turcas en billetes rojos con la cara de Kemal Atatürk. No hubo regateo.  
Aquella noche regresasteis al hotel, a la sombra de la torre Gálata, con la edición turca del Quijote bajo el brazo. 





viernes, 15 de noviembre de 2024

"El Quijote" de los clásicos españoles



Año 1995. Empezabas la universidad y tenías pendiente una lectura adulta del Quijote. Lo habías intentado antes con la edición comentada de Martín de Riquer, pero los comentarios te despistaban continuamente, echando por tierra cualquier intento de conseguir un buen ritmo de lectura.

Pusiste remedio comprando una edición sin aparato crítico. Se trataba de una edición barata (295 pesetas) en papel de poca calidad, publicada un año antes por Ediciones PML (¿..?) para su colección de clásicos españoles. Lo del papel malo era fantástico porque así el libro pesaba poco y era manejable a una sola mano. Esta edición, que es la que aparece en las imágenes, lo tenía todo, era perfecta. 

Más que saber el significado de tal palabra o expresión, lo que necesitabas era hacerte con el lenguaje cervantino, hacer lectura como una forma de hacer oído, acostumbrarte a escuchar esa música, y para eso necesitabas leer sin desviar la mirada continuamente a la parte inferior de la página.

La estrategia funcionó. Por fin te viste disfrutando de la lectura del Quijote, riendo como nunca lo habías hecho con una novela, lanzado cuesta abajo y sin frenos.

Después vinieron lecturas más serias y atentas, pero ninguna fue tan divertida como la de 1995.





CAPÍTULO II

«Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice, otros dicen que la de los molinos de viento; pero lo que yo he podido averiguar de este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha es que él anduvo todo aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre, y que, mirando a todas partes por ver si descubría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y adonde pudise remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba. Diose priesa a caminar y llegó a ella a tiempo que anochecía». (p. 36)

lunes, 11 de noviembre de 2024

El primer "Quijote"

Un día viste un anuncio en televisión en el que aparecían unos niños viviendo extraordinarias aventuras desde su cama con un libro abierto. Eso querías tú. Corría el año 1984 cuando tus padres te regalaron dos de esos libros que se anunciaban. Uno de ellos era La isla del tesoro; el otro, Don Quijote de la Mancha. Eran libros ilustrados para niños publicados por la editorial Bruguera.

Abriste el regalo emocionado. Lo firmaste con tu nombre. Era tu primer Quijote, el primer libro verdaderamente tuyo. Te recuerdas leyéndolo, metido en la cama, como esos niños del anuncio, viajando por el páramo manchego con estos dos locos que  confundían molinos con gigantes. 

Tenías siete años. No sabías lo que buscabas en esos libros, pero intuías que allí encontrarías algo valioso. Lo encontraste. Y ese tesoro te sigue acompañando cada día.  

Esta edición es uno de tus libros más preciados. Este año ha cumplido cuarenta años. Y ahí sigue batallando contra el tiempo.  


CAPÍTULO PRIMERO

«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca de carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de los más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de "Quijada", o "Quesada", que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben, aunque por conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba "Quijana". Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración de él no se salga un punto de la verdad».