jueves, 12 de diciembre de 2024

"El comedido hidalgo", de Juan Eslava Galán



Llevas tiempo disparando a todo cervantista que se pone a tiro. Sin duda, Juan Eslava Galán es pieza de caza mayor. El autor jienense se ha atrevido a novelar las dos ocasiones en que Cervantes estuvo preso, injustamente, todo hay que decirlo, primero en Sevilla en 1597, después en Valladolid en 1605. En aquella imperial España primero te metían en la cárcel y luego preguntaban. En El comedido hidalgo (1996) aborda la desventura sevillana; en Misterioso asesinato en casa de Cervantes (2015), la vallisoletana.  

El comedido hidalgo sitúa a don Alonso de Quesada, alter ego de Cervantes, en Sevilla en los años noventa del siglo XVI. Está en su puesto de Comisario de Abastos en tierras andaluzas. Por esas fechas  frisa los cincuenta y llega a Sevilla para resolver unos asuntos burocráticos. Allí se reencuentra con su viejo amigo Chiquiznaque, compañero de armas de Lepanto, y con doña Dulce, un antiguo amor cuyos rescoldos siguen intactos bajo la ceniza del tiempo. Estos asuntos llevan al pobre don Alonso a la cárcel sevillana durante varios meses. Paralelamente tiene lugar la historia de amor de Chiquiznaque con doña Salud, la esposa de Gaspar de Vallejo, que es precisamente el magistrado que lo manda a prisión, o la del propio don Alonso con doña Dulce, que despierta la animadversión de un rechazado pretendiente, el conde de Cabra. Acorralado por estos dos poderosos personajes, don Alonso echa mano de las pocas amistades que tiene cerca, sobre todo de Chiquiznaque que lo lleva a conocer los bajos fondos de Sevilla controlados por el capo Monipodio, capaz de torcer el brazo del mismísimo Inquisidor General.  Acompañan a don Alonso una serie de secundarios maravillosos como Aldoncilla, la criada de la pensión que se enamora perdidamente de nuestro apuesto manco, o don Florindo y el mulato Varejón que protagonizan junto al inquisidor Osorio la situaciones más hilarantes de la novela.  

El comedido hidalgo es una novela divertida, repleta de personajes y lugares cervantinos, y narrada a ritmo de aventuras, en la hay enredos y equívocos amorosos al más puro estilo del Siglo de Oro. Juan Eslava Galán, que no da puntada sin hilo, utiliza un lenguaje y unas expresiones propias de la época, tanto que a rato parece que uno está leyendo al mismísimo Miguel de Cervantes.  

 «En 1605 publicó una novela de cuyo título no quiero acordarme, que en poco tiempo cobró tal fama que hasta le hacían ediciones pirata. No sacó de pobre a don Alonso, que tal era su sino a lo que parece, pero le dio algunas satisfacciones en la vejez con las que alivió sus cotidianas pesadumbres. Las últimas palabras que escribió, en vísperas de su muerte fueron: “¡Adiós, gracias; adiós donaires; adiós regocijados amigos: que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!”. VALE»

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