Uno de tus autores favoritos es Javier Marías. Decía que cuando un escritor fallece su obra no tarda en olvidarse. Javier Marías murió el 11 de septiembre de 2022 sin hacer ruido. Parece un tópico pero no por eso es menos cierto: un autor fallece pero sigue vivo en su obra. Ni qué decir tiene no olvidas a Javier Marías, ni a tantos otros escritores que ocupan mucho espacio en tus estanterías y en tu mente, y que ya no están pero siguen estando, como Paul Auster o Úrsula K. Le Guin o Philip Roth o Almudena Grandes, o Roberto Bolaño, por citar a unos pocos de los muchos que hay.
La escritura de Javier Marías te fascina, tanto en las novelas como en los ensayos. Sigues leyendo sus columnas como hacías cada domingo. Aquí descubriste la influencia del Quijote en Javier Marías, en parte por la traducción que hizo de joven del Tristán Shamdy de Sterne, que tanto le debe a Cervantes, y viceversa. Poco después descubriste con emoción que Javier Marías había publicado un libro titulado El Quijote de Wellesley. Que uno de tus autores favoritos tuviese una publicación sobre uno de tus libros favoritos era señal de que no podía faltar en el Cervantario.
El Quijote de Wellesley recoge las notas de un curso sobre el Quijote que impartió Javier Marías en el Wellesley College de Massachusetts, una universidad peculiar por cuanto tenía (y tiene) un alumnado exclusivamente femenino. Casualmente (o no) aquí también enseñó su padre, Julián Marías, a principios de los años cincuenta, y donde el propio Javier vivió durante su primer año de vida. «Antes que mi padre —escribe Marías en la Nota previa—, habían enseñado también Vladimir Nabokov y Jorge Guillén. Mi familia ocupó el mismo piso que el poeta español, justo debajo del que en su día había ocupado el novelista ruso. Así pues no coincidí en el tiempo con ellos, pero sí en el espacio, que es el principal depositario del tiempo».
Javier Marías tenía 33 años cuando tomó las notas para dar este curso sin intención de publicarlas. Pero en 2016, con motivo del cuarto centenario del fallecimiento de Cervantes, alguien lo convenció. «Mi intención al publicarlo es no regatearle a Cervantes un solo homenaje, por azaroso y pobre que sea este».
El libro recoge interesantes observaciones sobre cada capítulo del Quijote, de entre las que destaco una, aunque podrían ser otras muchas: «Observar que, cada vez que Don Quijote regresa a casa, se siente derrotado y es víctima de lo que podríamos considerar el lado melancólico de su personalidad. El verdadero sentimiento de derrota no lo tiene antes, sino después de estar de nuevo en su casa...». Seguramente fueron mucho más ricas las reflexiones de viva voz de las clases que impartió el joven Marías a aquellas alumnas norteamericanas de 1984 que situaban la Mancha por vez primera en el mapa.
Escribe Marías en la Nota previa: «Lo que se ve a las claras es cuáles fueron mis intenciones en aquella lectura, y cuáles son mis motivos para considerar esa novela la más rica y compleja que jamás se haya escrito. Me temo que esos motivos míos no coinciden con los de la mayoría de mis colegas novelistas, pretéritos o contemporáneos. Si algo prueba la vigencia del Quijote es la infinita cantidad de lecturas que de él pueden hacerse, a menudo opuestas y contradictorias. Esta es la mía, que no ha variado sustancialmente desde 1984».
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